jueves, 7 de mayo de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. El hombre con rayos equis en todas partes



4 de mayo de 2015


Sigo sin correr ni hacer nada. Echo de menos hasta pasar la aspiradora. Ya no llevo cabestrillo, sino venda compresiva. Es tan compresiva que me deja acostarme con otras vendas sin enfadarse. Jaimitesco chiste que coloco para redimirme y prevenir ulteriores ataques poético-cretinos.



La obligada compañía del corredor en círculos. Si te dicen que caí



21 de abril de 2015




Accedo al río de la manera más inverosímil —¡Por el McDonald’s!— Me yergo al lado del pretil de piedra que domina el río antes del Puente de los Leones. Con la cabeza desnuda, una cerveza, el brazo derecho en cabestrillo y una americana de paño veo pasar a los torpes corredores a los que que envidio y me invade una sensación de… estupidez. Estos complementos, atardeceres y atalayas, junto con la indigestión de cine y
—mala— literatura me podría convertir en… no quiero pensarlo. Debo volver a dar brincos cuanto antes.











miércoles, 15 de abril de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Pasos hacia el cielo



15 de abril de 2014

· Octavo día de convalecencia. Acierto otra vez mi diagnóstico —es un esguince: lo confirman cuatro horas de centro ambulatorio y sus preceptivas placas radiográficas— y revivo, esta vez con la muñeca derecha, los capítulos V y siguientes de mi libro (La obligada compañía del corredor en círculos. Ernesto Rodera 2013 Ed. MenosLobos. Disponible en www.amazon.es. Cómprenlo de una puta vez).


·
En un excepcional  —incluso para León— alarde de pesimismo me dan hora en el traumatólogo el día veinte de mayo. Dentro de más de un mes. Espero sinceramente saludarle con un firme apretón de manos.


· Debería sentirme orgulloso de haber adquirido yo solo velocidad suficiente para darme tal guarrazo. Otros en semejante propósito utilizan un automóvil o, por lo menos, una bicicleta. Esta atlética petulancia resulta muy disminuida por el menesteroso aspecto de El Lute —brazo en cabestrillo, cojera, excoriaciones en el pómulo, cara de pena…— que ofrezco estos días.


·
Confirmo que soy un diestro estricto y que utilizo la mano muchísimo, para casi todo.


·
En estos dos últimos años he hecho tres exposiciones de pintura, he escrito un libro, he participado semanalmente en dos programas de radio y he publicado a diario en nueve periódicos. También me he hecho un esguince de rodilla y otro de muñeca, he sido mordido por una víbora, me he levantado la uña del dedo gordo del pie derecho y he tenido tres o cuatro gripes. No he aprendido nada, he ganado poquísimo dinero y estoy en similar forma física que cuando empecé a correr.


·
Debo viajar más: el otro día estuve en Ponferrada y me pareció lejana y exótica.


·
Aprovecho este obligado parón en mis sucesivas huidas para encontrarme a mí mismo; me encuentro en efecto. Me asusto un poco. Me saludo y me despido educadamente.



· Sueño que corro. Que corro con las manos. Lo digo con el asombro que el estar despiertos nos causa a los muy vagos.





No es tan romántico precisamente como el retrato de Apollinaire herido, pero vale para dar pena.





martes, 7 de abril de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. La gata Flora sobre el tejado de zinc



6 de abril de 2015






“The drink made past happy things contemporary with the present, as if they were still going on, contemporary even with the future as if they were about to happen again.”


F. Scott Fitzgerald, Tender is the Night.



“La bebida convierte las cosas buenas del pasado en contemporáneas del presente; como si estuvieran ocurriendo todavía. Contemporáneas incluso del futuro: como a punto de volver a ocurrir.”

Suave es la noche.
F. Scott Fitzgerald.





Nos comunicamos con símbolos. Los símbolos son útiles. Los símbolos son necesarios. Pero son peligrosos. Las señales de tráfico son eficaces y funcionales a los lados de la carretera, pero contraindicadas o mortíferas si se ponen en el medio de ella. Se podría decir lo mismo de los idiomas. Todo este sígnico preámbulo viene a cuento ­—nunca mejor dicho— del fin de la Semana Santa, donde santos y cristos estorban y ensordecen literalmente las calles y de que, a pesar de no ser muy aficionado a reliquias y animismos, me ha pasado una cosa preocupante: he pedido —y obtenido— la desgracia. No quería salir a correr, no quería empezar a pintar, no me quería demasiado a mí mismo, así que soluciono todo a la vez cuando, a los ocho minutos de andar por el río dando saltos, tropiezo en una piedra, me pego una hostia tremenda y me incapacito. Elocuentemente me duelen mucho la muñeca y la pierna derecha: herramientas y, al mismo tiempo, alegorías de lo que andaba buscando: la constatación de que la inmovilidad es imposible y el afán por no hacer nada, contraproducente. Pero sobre todo me jode empezar a creer que merezco lo que me pasa, y no por la carga judeocristiana de culpa eterna y expiación imposible —la de toda la vida, vaya— sino por ansia de ser acusado, juez, jurado y verdugo de mí mismo y de aplicarme castigos simbólicos. Me cago en todo.

¿Que cómo escribo o dibujo? Con gran dificultad y dolores. Ni mejora ni empeora el resultado. Me dan ganas de darme. Otra vez.




martes, 24 de marzo de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Agitprop



23 de marzo de 2015



Domingo por la mañana. No corro. Lo dejo para después. Con el propósito de salir de mi autoexclusión y aislamiento —y por conciencia cívica— acudo a una manifestación. La primera de mi vida. No familiarizado con los protocolos y coreografías de estos actos me parece corta, fatigosa —hay que andar despacito—, de muy breve estrépito y, en suma, civilizadísima. Acabamos todos, según parece, pidiéndole explicaciones a la Catedral de León, que escucha pacientemente dos delirantes manifiestos sobre La Dignidad, Las Raíces, La Mujer y hasta sobre Mayakovsky. No se dice nada, en cambio, de la pasta que las dos maléficas empresas —era una manifestación 2x1— contra las que habíamos hecho la romería debían —y deben— a sus empleados.


Entre las tres mil personas que pululamos la protesta no se encontraba, es curioso, ni uno solo de los gobernantes actuales, aunque sí muchos de los que aspiran a serlo en un futuro. Quizá los prebostes reales estaban contemplando y alentando la media maratón que se precipitaba esa misma mañana por —evidentemente— otro recorrido. Los corredores de medias maratones urbanas no piden nada ni citan a futuristas rusos: incluso pagan por participar.









La obligada compañía del corredor en círculos. Solipsismo


19 de marzo de 2015



Después de medio mes, salgo en la ciudad demediada y hago la mitad de mi recorrido. Noto que han pintado una parte del paseo del río la zona noble o septentrional: siempre hacen lo mismo—. La última vez asfaltaron dos de los cuatro carriles de la Corredera: la calle por la que —como exige su nombre— bajo trotando al río.

Hay quien dice que hace estas cosas (correr, doblarse, trepar…) para poner en orden sus pensamientos. Quizá por eso corro tan poco: mis escasos pensamientos se ordenan enseguida. Cada vez me parezco más al
—cómico— personaje que describe la canción Autosuficiencia —copia y parodia del No Feelings de los Sex Pistols—. Por la mañana hago una hora de coche de ida y otra de vuelta para ir yo solo a ver una exposición individual mía. Y para venderme como una prostituta borracha. Pero eso es otro tema. Por la tarde, como digo, corro.
Menos de lo que debiera.






sábado, 7 de marzo de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Pasión oral



5 de marzo de 2015

El silencio tiene buena fama. Hablar es débil. Callado uno tiene razón. El silencio resulta masculino, mineral. Grave. Envidio, como Tony Soprano, al héroe taciturno y reservado. Así que últimamente, entre una cosa y otra —locuciones, radios, fiestas, promociones…—, no hago más que largar. Y ya me resulto bastante irritante sin decir nada. Quizá, utilizando una frase hecha, se me va la fuerza por la boca. Eso debe ser. Corriendo me parece que no tengo pulmones y que solo uso el aire contenido en el tracto que va desde el paladar hasta las clavículas.

Coloco las frases hechas en el lugar de las consejas, las anécdotas y los refranes: la pereza, el encono y el desperdicio. Es una pena que expresiones brillantes sean asesinadas debido a su uso inmoderado —o el uso a secas de cantautores que, sencillamente, las encadenan—. Sintagmas como chivo expiatorio o cabeza de turco ya no significan nada, pero el otro día dieron lugar a que un periodista de aquí manufacturase la expresión cabeza de chivo. No sé si San Facundo es el patrón de los parlanchines. Debería. El mártir de elocuente nombre, recordemos, era de León: de la zona del río Cea.





lunes, 2 de marzo de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. El extraño






2 de marzo de 2015


No sé con quién salgo a correr. Tardo en resolverme porque obligarme a hacer ejercicio es tan sencillo como meter a un gato en un incendio: prefiero cualquier otra actividad o ninguna. Pero una vez que llego a las orillas del Bernesga ya no sé, repito, con quién estoy. Cuando llevo veinte minutos trotando y dando saltitos un individuo dentro de mi cabeza que, decididamente, no soy yo dice ‘¡Vamos!’ y ‘¡Venga!’ y hasta sonríe y suda y se esfuerza y se lo pasa en grande.

Cerca de San Marcos un pato sale del río y recorremos juntos un trecho. Quizá lo haya conjurado y sea mi otro yo o animal tótem: después de todo los patos hacen muchas cosas. Pero solo son especialistas en que los confiten.




La obligada compañía del corredor en círculos. Baja presión




26 de febrero de 2015

Bien, pues, después de un mes haciendo el cretino, para mí el invierno de nuestro descontento y la Navidad de 2014 termina este jueves 26 de febrero de 2015. El cielo, ceñudo, se apoderó de la tierra y nieves, heladas pavorosas y otros embozos y coartadas me han retenido lejos del Bernesga. Algo quizá tuviera que ver con las amontonadas resacas me debía decir que el agua es el único líquido recomendable cuando un día me llevé juntos para leer en la cama Moby Dick, Solaris y Relato de un naúfrago [que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre]. Escribo estas líneas con el juicio lleno de oceános, norays, estachas y cabrestantes y rodeado por más noticias naúticas de escorrentías, pleamares, aluviones y crecidas. En efecto, el río viene muy alto y marrón y produce insólitos ruidos marineros.


Creo que mi cuerpo no es un compañero, es una pandilla: con su listo, su musculines, su gordo, su calvo, su chino y su borrachín más o menos pelmazo.


Resoluciones: he decidido poner guiones en vez de paréntesis. Es más elegante, da más vivacidad al texto e incluso parece que estoy diciendo algo.











viernes, 30 de enero de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Met versus Emet




27 de enero de 2015


Sol de invierno. Hierba parda y barro negro. Aún así, después de la fiebre, la nieve escuálida y la niebla el mundo de día tiene un aspecto azul, brillante y achampañado.


Como no quiero pecar de monótono debería aclarar que estas notas, aunque no lo parezca, son pululadas al menos por dos personajes: yo y otro. Igual que don Quijote y Sancho Panza; y no por lo enteco de uno y lo amplio de otro (que también). El dramatis personae de aquí es breve: yo y mi cuerpo; y viceversa. Uno es listo, reflexivo y moderado. El otro es continuo, egoista y salvaje (como decía de los niños Baudelaire).


No ha habido grandes novedades en la literatura en los últimos cinco mil años. Siempre se narraron las proezas reales o imaginadas de un titán o chalado cualquiera (desde Gilgamesh), pero la radical novedad del Quijote (venga, voy a explicarlo) es que esa vez sus actividades empiezan a dialogarse. El héroe tiene un espejo ya no en el lector, sino en la propia obra. Cualquiera diría leyendo estas notas que solo hay un muñeco, pero no: hay más y hablan entre sí y y se cambian los papeles como en la novela de Cervantes. Uno asimila la inmovilidad con la sabiduria y la justicia con la lentitud. El otro no asimila una mierda y no quiere hacer nada o lo quiere hacer todo a la vez. Como digo, a veces es el cuerpo o cáscara el que manda y exige y otras veces (las que estoy callado) es la mente, la parte intelectual… la que no hace tanto el idiota o lo hace de otro modo.


Imaginemos que la parte racional y flaca de mi persona (la que sea) corre una hora, se flexiona cien veces, sube los siete pisos corriendo… y, llena de testosterona, adrenalina, cortisol y endorfinas se pone muy contenta. ¿Qué le apetece al otro señor, el abotargado y parlanchín? ¿Investigar las mitocondrias? No. Quiere emborracharse. Y comerse una tarta entera. Y ver el fútbol.



La serenidad y el equilibrio no consiste en que estos dos sujetos se lleven bien, sino que sean uno solo y no se disocien. Y que, una vez  sean uno solo… me dejen en paz. Vaya, ya he vuelto a hacerlo.





martes, 20 de enero de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Una habitación propia


14 de enero de 2015




A veces me asombra mi determinación. Elijo ser desgraciado un rato (odio correr) para que elementos concretos (el catorce de enero, el miércoles, el frío, yo mismo) no me reduzcan y, ¿consigo sumergirme un poco en la laguna Estigia, la vida eterna? No. Caigo enfermo otra vez. A partir de ahora si no digo nada se supone que estoy enfermo. Es mi estado normal. Creo que la dicotomía entre tratar al cuerpo como a un templo o degradarlo como a un parque de atracciones no funciona. Que, como en todo, hay términos medios, una gama de grises. ¿Qué establecimiento compartiría las características de un templo y un parque de atracciones? Uno en el que uno vaya a recogerse y a establecer contacto con un ser más o menos divino (según el precio) y que asimismo posea una expectativa de regocijo ilimitado. Un prostíbulo. Exacto. Mi cuerpo no es un santuario ni una feria. Es una casa de putas. Nunca me he sentido cómodo en esos hostiles y agranujados recintos. Quizá por eso me pongo malo.








martes, 13 de enero de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. De lo nítido y lo borroso



12 de enero de 2015



Persisten la glacial niebla (sobre la que debería, supongo, moldear difuminados comentarios) y los noventa kilos. Los kilitos de más que se cogen en Navidad. En español tendemos a usar los diminutivos para cometer anterior o posterior pero inmediatamente una atrocidad. Tráigame un cocido para once personas y una ensaladita. Estuve tomando cervecitas hasta las nueve y media de la mañana. Pues eso: además de un gordinflas soy un cliché, un lugar común, una idea recibida.





La obligada compañía del corredor en círculos. Noche de Reyes



5 de enero de 2015

Periódicamente la ciudad de León huele a estiércol. No me refiero a los olores metafóricos de olla podrida en La Regenta. Digo que huele literalmente a bosta (o cucho, que dirían en Vetusta). Así que, entre la niebla que parece transportar o sostener esos mefíticos efluvios y envuelto en la oscuridad, voy renqueando al río donde no me extrañaría encontrarme con Jack el Destripador ordeñando una vaca. Bajo esa febril sugestión y yendo hacia el Puente de los Leones oigo lo que creo son disparos*. Es, claro, el estrépito de la asimismo delirante cabalgata de los Reyes Magos.




*¿Qué? No sería tan raro. Véase entrada del día 15 de mayo de 2014.



 

sábado, 3 de enero de 2015

La obligada compañia del corredor en círculos. Nuevas aventuras concéntricas de



3 de enero de 2015


Nochebuena, fin de año… No siempre el amor tiene la exacta respiración que el matrimonio, la muerte tiene un recorrido muchísimo mayor que la vida y la Navidad ciertamente no dura lo mismo que el invierno. Tras años de romance con estas … fechas noto por primera vez que me dan exactamente igual. No las he tomado asco. Uno odia más lo que ha amado en algún momento y siempre he sentido por ellas (sigo hablando de las Navidades) un pasmo abstracto, una esperanza. Siempre defraudada. Como por el verano, las drogas o la vida adulta.


Salgo de noche cerrada después de un día luminoso y templado. Frío despellejante. Después de mi convalecencia y las fiestas vuelvo a los noventa kilos. Es una costumbre que tengo.









miércoles, 17 de diciembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Los cuerpos extraños



17 de diciembre de 2014



Cuando me chuleaba, como Ozymandias, de mi progreso y vigor (¡quién me ozymandaría!) fui fulminado por un virus (ante el que me descubro) más fuerte que yo. Veinte días de enfermedad y celebración posterior de su derrota. Veinte días amortiguados y submarinos. Echaba de menos mis cinco sentidos. Hoy salgo a recuperarlos. Sin demasiado éxito. Aunque gano algo de terreno y no vomito casi nada.

Se acaba el año y menudean los consejos sobre qué se debe hacer. Tarea que a mí me lleva los trescientos sesenta y cinco días. Recuerdo el (único) consejo del norteamericano John Huston sobre la vida en general: no fumar mientras uno tenga neumonía. Esta sola y conclusiva sabiduría sirve también como comportamiento adecuado durante, por ejemplo, las cenas de empresa, ceremonia de tránsito, al parecer, obligada y numerosísima sobre la que llueven las admoniciones. Mis cinco consejos para terminar un año e incluso para empezar otro serían estos:




·
Se recomienda disfrutar de salud. Sin importar lo que digan los demás.

· Ejecute, siempre que pueda, actos beneficiosos en lugar de perjudiciales para usted u otros.

· No cometa genocidio. Aunque se lo pidan con insistencia.

· A ser posible evite, sobre todo, escribir la palabra vivencias.

·
Resulta deseable tener una empresa con la que celebrar cenas.









martes, 9 de diciembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. El hombre que dio una vuelta completa al Sol montado en un planeta



7 de diciembre de 2014



El día uno de diciembre, lunes, después de un escuálido y tutelado cumpleaños (cuarenta y ocho), caigo enfermo. Mocos, náuseas, desorientación, tos productiva e improductiva, calambres, paracetamol, dolor muscular y articular, flemas, fiebre… Imposible superar el perfecto sintagma malestar general.

Toda mi jactanciosa fortaleza derribada por el suelo gracias a un virus singularmente tenaz que me tumba durante ocho días. Debilucho y convaleciente (he llegado a dormir, tembloroso, al lado de media cebolla picada) compruebo que la vida es un exilio en el que sólo se viaja y jamás se regresa. En estas edades algunos hombres se preguntan si han desperdiciado su tiempo y su talento. Algunos. No yo. Yo tengo la certeza absoluta.





La mañana de mi cuadragésimo octavo cumpleaños. Último contacto con el mundo del deporte. Además, falso. A pesar de la memorabilia de alrededor no estamos comentando fiascos de la Cultural y Deportiva Leonesa, sino hablando de porno virtual japonés (en serio). Me encanta la ponderada expresión de Francisco García Nubedocs (a la izquierda, en pelirrojo) que podría traducirse lo mismo por un "lo que sabe este fulano" que por un "qué estará diciendo este anormal".
Foto: Susana Llorente.














jueves, 27 de noviembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Aire




27 de noviembre de 2014

Frío contundente y viento de cara tanto al correr en dirección norte como al correr en dirección sur. Me pasa mucho. Hoy en la esquina rosada no escucho nada destacable. Es una esquina, como digo, geosimpática y singular. Enorme. Donde acaban la Avenida de la Facultad (muy apropiado) y la calle Cartagena, va a morir o empieza la Corredera (oh), da a la plaza de toros y hacen chaflán un bar panorámico y una tienda de motos. También está el que, durante años, fue uno de los dos lugares de León donde se giraba a la indonesia (ciento ochenta grados sin necesidad de dar la vuelta a la rotonda).




Más pronto hablo de Pla, más lo veo en todas partes. Han reencontrado o publicado unos diarios veteranos, de la masía. La otra punta de El cuaderno gris, digamos. Están escritos, como es natural, muy bien y con mucha mala leche. Pero debemos tener cuidado con lo que anotamos: sólo destacan que bebía más de la cuenta y que se la cascaba. El hombre habla de más cosas. Hasta trata turbios asuntos de espionaje y de política internacional. Pero sobre todo sacan lo de empinar el codo. Y lo de las pajas.






Pero un hombre no corre con el hígado. ¿Con qué corre un hombre?










miércoles, 26 de noviembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Carpanta



25 de noviembre de 2014




No suelo, al contrario de otras personas, que parecen estar siempre en lugares donde el ingenio abunda, oír nada memorable. Pero hoy, al volver a casa de dar carreras, la esquina que me proveyó la conversación gastroabusiva hace cuatro días y a la misma hora (la de la voluntariosa niña que quería hacerle la cena a su papá), me proporciona otra: esta vez habla un individuo muy grande contra uno pequeñín y abetunado: El otro día me jalaste media hogaza. Cuando me alejo: Y el chorizo también me lo acabaste. Es una esquina extraña y costumbrista, nada atlética, de un humor perplejo.




La obligada compañía del corredor en círculos. La escapada



23 de noviembre de 2014

Hace años que para mí los domingos se desarrollan estrictamente igual que el resto de las jornadas. Quiero decir que hago lo mismo (muy poco). Aún así siguen siendo días especiales, exangües, sin articulaciones.

Leo el párrafo de arriba y me doy cuenta de que me resulta imposible hablar de los domingos sin sobar un poco el estilo de Pla. De un catedrático que le da clase, y al que supongo provisto de numerosos chalecos, afirma que es muy bonito. Como un conejito recién peinado añade. También escribe de unos minerales dispuestos sobre una mesa que parecen piedras domesticadas.

Un conocido me cuenta su maratón en San Sebastián. Lo innúmero y cariñoso del público (a diferencia de los huraños y ralos espectadores de León, que también conoce). Él posee la contrastada certeza de que se corre más si le animan a uno. Me pregunto sobre mi propia capacidad de sugestión. Nunca he corrido en público (por decirlo de algún modo). Creo que si alguien me jalease de cualquier manera mientras corro me pararía inmediatamente, iría muy despacio hacia esa persona y le preguntaría, concernido, si se encuentra bien.







domingo, 23 de noviembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. La costumbre de los demás



21 de noviembre de 2014

Mañana:

La conversación roma, la mansedumbre de los españoles, el cretino tratamiento informativo de casi todo y el espesísimo fango que nos rodea me enfurece. Y me enfurece enfurecerme: dejarme afectar por la estupidez ajena me parece un defecto que debería haber corregido hace mucho.



Tarde:

Estoy en buena forma, lo que (también) me viene mal: luego lo aprovecho para intoxicarme. Corro casi una hora sin fatiga, y luego hago sprints y flexiones y así. Lo acabo dejando. Me voy a casa. Porque me aburro. Hay un momento en que estoy expiando o redimiendo las cañas y la irritación y las frases hechas y los diferentes lodos de la actualidad mañanera… ¡y lo entiendo todo!: no estoy corriendo con mi cuerpo de hoy (ni de ahora) sino con el de los ayunos y las gimnasias de hace treinta días. Dentro de treinta días haré ejercicio con el recipiente de hoy: el del mal humor y las cervezas gordas y me preguntaré por qué sudo y resoplo y me canso.

Asimismo lo que pienso y escribo y hasta lo que me enfada no es lo que ocurre ahora mismo, sino lo que creen las sinapsis cerebrales que se crearon cuando era bueno o aprendí algo.

Al volver a casa oigo a una niña animando a su madre para que, imagino, ejecute alguna actividad extrafamiliar: Ya le hago yo la cena a papá. Vuelvo a enfadarme (no me cuesta nada, oiga). ¿Por qué cojones somos capaces de posar una sonda encima de un cometa a ciento cincuenta millones de kilómetros pero hay que hacerle la cena a papá? El progreso, como los batracios anuros, avanza a saltos no lineales.










domingo, 16 de noviembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Ya eres un niño grande



16 de noviembre de 2014

Mitad de noviembre. Provincia, oscuridad, frío, lluvia, ¡domingo por la tarde! Salgo a correr ejerciendo un acto de voluntad pura contra mí mismo y, además, contra todos estos factores. Debo impedir que el domingo gane. Si fuera un niño probablemente me hubiera puesto a hacer los deberes.

Vivir la vida. Como si se pudiera vivir otra cosa. Los anuncios navideños empiezan a esparcir sus babas. Estas propagandas se basan en el argumento ontológico de San Anselmo (se enseña o demuestra a priori que la Navidad existe; si la publicidad puede concebir una Navidad es que hay una Navidad, la que ellos describen) o en un pleonasmo en bucle: la felicidad nos es proporcionada por los demás y nosotros debemos retribuirla con objetos, lo que a nuestra vez nos hará felices y se lo volveremos a deber... Veo la publicidad de la publicidad (!) de la Lotería Nacional de España. Este año no apela a la codicia más o menos abstracta, sino al odio, la envidia y, sobre todo, al miedo. El terror a ser pobre, además, en solitario. La atroz circunstancia de que personas conocidas se hagan con algunos bienes y lo menesteroso de tu existencia resulte aún más visible.

El amor en película (ya lo hemos comentado) se filma alrededor de un eje más o menos giratorio; la libertad, en amplios travellings. Con la felicidad la cámara se porta de forma más morosa, acercándose al personaje, que pone cara de bobo. Al final el contraplano es uno mismo. Que vive la vida. Los corredores son muy de vivir la vida. ¿Me siento más vivo corriendo? Me temo que sí. Es terrible. Bueno. Tanto el hombre en éxtasis como el que se ahoga levanta los brazos, dice Kafka.



En esto me ha convertido el capitalismo cleptocrático, el cine norteamericano y los anuncios de turrón: en un bebedor solapado y subrepticio que acude a actos culturales para disimular.




sábado, 15 de noviembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Cracked actor



11 de noviembre de 2014


Termina abruptamente este extraño verano de seis meses, como si la ciudad entera, situada en la espalda de una enorme bestia meridional, se hubiera despertado y reorientado hacia el septentrión de repente: al antiguo, crujiente y tenaz frío. Cambio de equipamiento y de tiempos y distancias. No tiene que ver con la climatología, claro.

Trato aquí de relacionar la disolución de la personalidad con el ejercicio, el ejercicio con la persecución: del consuelo por la inercia y comprender si resulta trágica o reconfortante la imposibilidad de que uno vea su propio rostro. Mi mujer me dice que no tiene ni puta gracia. Ya.

Nos pasamos la vida en sociedad haciendo comedias. Interpretando. Es agotador si uno se molesta. Envidio a la gente que, en público, aparece muda o estupefacta, sin esforzarse en caer bien, en convencer o simpatizar. Los espectadores. Que contemplan.

Nuestra cara, que no distinguimos más que en imágenes o reflejos, es a la vez el logo y el producto. La voz, el cuerpo… ¿es el mensaje? ¿Qué distancia hay entre la realidad y lo que ven? Dice Vonnegut
«somos lo que simulamos ser, así que debemos llevar cuidado con lo que simulamos ser»*. ¿Qué simulo ser dando carreras o pintando o dibujando o dando voces? A mí me parece que un imbécil. Igual estoy llevando a cabo un gran trabajo.



*Kurt Vonnegut. “We are what we pretend to be, so we must be careful what we pretend to be.” — from Mother Night.

El asombroso por lo nulo desgaste de las suelas de mis zapatillas, hoy. Después de dos años y pico.













martes, 11 de noviembre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Sopa de pollo para el alma



4 de noviembre de 2014


El correr es… como… la vida, que afirmaría con solemnidad Murakami. Quiero decir con la pendejada que resulta injusto y arbitrario. Permanezco (a ver que lo miro) cinco días sin salir y bebiendo y comiendo normal y me encuentro otra vez blandito. Si hago ejercicio y ni como ni bebo durante cinco días no hay la misma diferencia. Esto es un descompensado sindiós y un descalzaputas (como la vida). Me enfado.

Mientras tanto (quam minimum credula postero) me afano cada día, en efecto, como si fuera el último: con infinito terror a morir, triste por la fugacidad de lo perceptible y arrepentido de haber desperdiciado mi tiempo.

¿He sido hoy más feliz que ayer? Esta pregunta la hacen de verdad en esos tautológicos tests sobre ‘bienestar subjetivo’. No quiero escribir (más) obscenidades pero ¡¿hay algún test sobre bienestar objetivo?! Correr (aparte de ser ingrato como… ejem… la vida) es aburrido. Resulta alarmante que, de todas mis actividades, sea la que tenga más interés. ¿Qué vidas llevan los que escriben autobiografías? ¿Cómo de memorables son sus operaciones cotidianas? ¿Qué valiosos o considerables tratos reflejan en sus volúmenes? Sobre todo, ¿cómo de en serio, y durante cuánto tiempo, debe tomarse uno a sí mismo? Todos estos procedimientos de los que he hablado (correr, divertirme, impostarme, ejercitar un egoísmo aún más energuménico…) se me dan francamente mal.






jueves, 30 de octubre de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Mis secretos de belleza



30 de octubre de 2014



Debería hablar de mi dieta e impartir lecciones de cómo se pueden perder cinco kilos (o diez) en dos meses. Pero como todo consiste en quemar más calorías de las ingeridas quedaría un poco lelo.


¿Quiere usted tener un cuerpo como el mío? ¿O como otro cualquiera ya puestos? ¿Tiene suficiente dinero? Pues cómpremelo. Todos tenemos un precio.








La obligada compañía del corredor en círculos. Faster, Pussycat! Kill! Kill!




27 de octubre de 2014


Si llego a saber que este verano iba a durar seis meses hubiera estado de mejor humor estos… seis meses.