viernes, 29 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Las luces del norte


28 de noviembre de 2013

Hoy no veo alegres fogatas post-apolípticas. Tampoco veo gran cosa más. De hecho según estoy llegando al Puente de los Leones (a las ocho de la tarde) SE APAGA una de las tres o cuatro bombillas que alumbran mi recorrido.
Según parece el Excmo. Ayto. de León está encendiendo farolas durante el día (en serio) para probar el parque eléctrico (o como quiera que se llame). Algunas personas bienintencionadas se quejan. Les digo que sugieran que, quizá, realicen sus ensayos de noche. Pero nunca, nunca, nunca les propongan apagar nada.












 

martes, 26 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. A lo loco


25 de noviembre de 2013



Leo sobre el deporte y los deportistas. Y sobre las burlas al deporte y a los deportistas. Los que hablan de deporte suelen ser deportistas ellos mismos y los que se burlan, pues no. Estos últimos dicen que los deportistas son chiquitines y parecen croissants. Je, je.
Mas no. Yo no me río de nada y no pertenezco ni a un un bando ni al otro. Lo comprendo todo y comprenderlo todo es perdonarlo todo. Amo al mundo y el mundo me ama a mí. Eso es.







domingo, 24 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Po-po popped Dookie down by the vacants*



24 de noviembre de 2013



Domingo por la tarde. Mucho frío, calles vacías y oscuridad total. En algunos momentos en la orilla del río siento la tentación de poner las manos delante mientras corro, como una especie de monstruo de Frankenstein trotante, para ir palpando. Hoy incluso hay (era inevitable) personas alrededor de una hoguera. Probablemente asando una rata. Creo que los próximos días me bajaré una antorcha, un poco de papel de plata y el baldeo. Yo, creo que lo he dicho más veces, lo que no quiero es llamar la atención.

* La pasma se cargó a Dookie en las casas abandonadas. La frase es una especie de destilación cómica del habla de los negros en los guetos de Baltimore que usan en The Wire. La utilizan en otra serie, la hilarante Thirty Rock, cuando les acusan de contratar sólo blancos.


lunes, 18 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Orden de extrañamiento



14 de noviembre de 2013

Ni corro con los demás en hato ni acudo a lugares de personas donde se dicen versos unos a otros. ¿Echo de menos estas gregarias actividades? Pues no lo sé. Supongo que no. Podría adherirme a estos grupos sin problemas; ambos parecen ávidos de gente que haga bulto y les mire.

Últimamente (lo que llaman) La Cultura me da diabetes. De todas formas se celebran dos salvíficos centenarios: el de la escritura de En busca del tiempo perdido y el de Albert Camus (que cumpliría cien años). Sobre Proust leo seguido a dos intelectuales diferentes en la portada digital del periódico más vendido de España. Ponen: “El laberinto de la memoria” y “La vida se hace novela”. Soy más del pomelo de James Cagney que de la magdalena del francés, pero sé una cosa: él no lo haría.

Lo de Camus (me) resulta curioso porque escribí tres o cuatro días antes de los (discretísimos) homenajes una entrada sobre su Sísifo (la del día cinco, está un poco más arriba; más abajo en este caso) sin saber que se avecinaban estos fastos. Para acabar de hacer el tonto me disfracé del gran hombre. Aunque, ahora que lo veo, me debería haber girado ciento ochenta grados porque la luz está al revés. Pero es la única diferencia entre Camus y yo. La única. Sí.







Compárenme con Camus. Venga.









martes, 12 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Día del Señor y de otro señor



10 y 12 de noviembre de 2013


Creo que no soy de los que más tiempo gastan en preliminares y post coitos con esto del deporte y puede ser que esté perdiéndome lo mejor.
En ocasiones, sobre todo los días festivos, veo gente que extrae de esta ambulante actividad todas sus posibilidades y contempla todas sus facetas. Que exprime (y liba con entusiasmo en) el jugoso racimo de la vida. Imaginemos las complicadísimas intendencias de gran costumbrismo protagonizadas por un cuarentón español normal un domingo: se levanta temprano, se viste de ciclo/runner/fondo/turista, coge el coche, coge al niño, coge las bicicletas, baja al garaje, se va al quinto pino, anda un rato, trota, se oxigena, se para once veces, estorba, charla con otros equipadísimos individuos en medio de los caminos, toquetea y habla con (y desde) su dispositivo móvil, bebe una bebida isotónica, le toca las narices al niño, vuelve al coche, vuelve al garaje, se ducha, se hidrata, se cambia y se va a misa de una (también incluyo la misa como falsa gimnasia). En todas estas operaciones… ¡ha tumbado la mañana entera! No es mi caso. Corro poco, de acuerdo. Pero mis transiciones de persona normal a sudoroso tarugo (y a la viceversa) son brevísimas. Trato también de exprimir el jugoso racimo de la vida. Pero el jugoso racimo de la vida rápidamente me mancha la ropa o me salpica a los ojos.









La obligada compañía del corredor en círculos. Las capitulaciones



9 de noviembre de 2013

Seis y media de la tarde de un sábado de noviembre en León. Noche cerrada. Me meto sin ninguna gana en mi gastada indumentaria de carreras. Piso la calle. En cuanto doy dos zancadas gruesas gotas de agua empiezan a oscurecer el cemento de la acera. Creo captar el mensaje. Subo y me pongo la ropa que me acababa de quitar. Bajo otra vez. Camino hasta el supermercado bajo la lluvia. Compro alcohol, cacahuetes y chocolate. Vuelvo a casa.



No es el mejor relato corto de la historia de la literatura, pero su belleza reside en su cruda y despojada sinceridad. Juá.








miércoles, 6 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Los lunes al sóleo



5 de noviembre de 2013


Todavía no había salido Sísifo por aquí. Me extraña. Aunque sus afanes sean más lineales que circulares viene muy al caso. Albert Camus, autor de quien es muy difícil leer bobadas, tiene una colección de escritos titulados con su nombre (con el nombre del rey de Corinto, no con el suyo propio, que también) en el que incluye un célebre capítulo hablando del suicidio.

Alargar, extender, prolongar, ampliar. Ah. Engrandecer, decíamos ayer. ¿Acaso hacemos otra cosa desde que nacemos? Evitando quitarnos de en medio, ¿no estamos dilatando la irrisoria (son sus palabras) costumbre de vivir? ¿Qué nos puede quitar las ganas de continuar con esta actividad? ¿En qué momento de lucidez vemos tan natural la vida como su ausencia? En cierto punto, cualquier cosa puede bastar para precipitar todos los rencores y todos los cansancios todavía en suspenso. Mientras tanto, pues cumplimos el castigo asignado por razones que se nos ocultan (hay muchas teorías sobre por qué se le sanciona, y no es la más repetida que a Sísifo se le impone su infinita e irónica tarea precisamente por su empeño en vivir).


Esta breve inquisición es porque estuve mirando (poco material tan tedioso como la literatura médico/deportiva) si conviene estirar o no los sóleos y los tendones y los glúteos y tal antes o después de correr. Unos dicen que sí: que antes y después. Otros que después; y otros que nunca o que da exactamente igual. Pues como todo. Y de ahí, a Sísifo y a lo demás. Sobre lo de correr: estoy subiendo la piedra media hora sin excesivo sufrimiento.












sábado, 2 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Magníficat



1 de noviembre de 2013


Pensando en la tarea de pedirse cosas, creo comprender mi animadversión hacia el gordo renegado del que hablaba en la anterior entrada. No se puede ser arrogante cuando uno busca lo pequeño, lo finito (perdón por el  juego de palabras). Uno puede ser monumental o desmesurado buscando la grandeza. Pero ¿perdiéndola? Es una súplica mezquina. Aunque, de hecho, toda plegaria lo es. La única oración que reviste cierta dignidad es el Magnificat. Por lo noble de su título, por estar musicado por Bach y porque María pide engrandecer su alma (Lucas 1:46-55). No pide que su alma sea estrecha o convexa y musculada. Pide que sea grande.

De todas formas los rezos me parecen la forma más baja de comunicación (?) humana, inferior incluso al lenguaje sin articulaciones de los concursos sociológicos televisivos. Sólo puedo imaginar a un dios que preste atención a las contradictorias imploraciones de la gente con la forma de un atolondrado imbécil.