11 de mayo
de 2016
La grasa —como
casi todo— se compone de carbono, hidrógeno y oxígeno. El carbono se transforma
en dióxido de carbono —también llamado anhídrido carbónico o CO2—. El
hidrógeno, en agua; y el oxígeno, en CO2 y H2O.
El 84% de la grasa que se elimina del cuerpo es exhalada en forma de CO2.
El 84% de la grasa que se elimina del cuerpo es exhalada en forma de CO2.
El 16% de
la grasa restante se elimina en forma de orina, heces, sudor, lágrimas (?) y
otros fluidos corporales que no voy a especificar.
Y no, no
vale soplar mucho o muchas veces seguidas para metabolizar esa grasa. Ni se
elimina sudando. Lo que se elimina en una sauna —o cuando le hacen a uno
un Expediente de Regulación de Empleo— es agua, que se repone bebiendo. Hay que
conseguir alterar la grasa y luego, sencillamente, respirarla.
Me he
esforzado estos cuarenta y un días extirpando de mi rutina el ejercicio,
la comida sana y la vigilia, pero lo he conseguido: he rebajado mis marcas atléticas
exactamente a la mitad. Así que hago la mitad de flexiones y corro la mitad de
tiempo.
¿Se puede
clasificar la literatura —o la filosofía— en obesa o enjuta? ¿Por qué no? De
hecho, se puede hacer desde antes de El
Quijote, que, como sus personajes, pertenece a ambas. No cabe duda que los
dos Enrique IV, Las alegres comadres de
Windsor o La conjura de los necios
es verbo grasiento. Y no tendríamos problemas en clasificar Hamlet o todo Wittgenstein como
escritura flaca. Esto de lo liviano como espiritual y lo gordo como terreno
está, claro, muy sobado. Daudet con Tartarín de Tarascón pretendía componer un don
Quijote entrado en carnes. ¿Es Goethe enteco o rollizo? Hoy, corriendo al lado
del río enorme y marrón —se ha desbordado dos veces— y sobre la hierba fresca
me elevaba en efecto.