miércoles, 30 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. El hombre que confundió a su mujer con una báscula



30 de octubre de 2013

Me veo asaltado a menudo en la televisión o en la red por petulantes exobesos que han bajado de peso media tonelada y gritan (o lo parece) frases absurdas tanto sobre sus supuestas humillaciones cuando vivían en el mundo de los gordinflas como eslóganes que suenan a chúpate ésa cuando se van a habitar el narcisista universo de los musculines. Oigo su miscelánea venganza contra ellos mismos: “nadie creía que fuera capaz de no zamparme todos los días seis tartas”, “me escupían en la calle por mi grasiento aspecto”, “mi madre se cambió de apellido porque le daba asco”, “ahora me río de los tirillas”, “corro un maratón antes de levantarme y otro en vez de merendar”, “no como más que polvo y tendones de pollo”, “mis hijos y mi mujer tratan de seguirme pero no tienen media hostia”…

Francamente, creo que su problema no era el sobrepeso.








lunes, 28 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Billie Jean



27 de octubre de 201

Cambio de hora (?) Noche cerrada a media tarde. Oscuridad total en el Bernesga hasta el Puente de los Leones. Algo de luz en el paseo de la Condesa. Creo que ya sólo ponen luces en las calles en las que viven los prebostes. Es más: creo que cuando se echan a dormir, vuelven a apagarlas. Como en el Billie Jean de Michael Jackson.
Ochenta y nueve kilos. Mmmm… ¿Cuánto peso he bajado? ¿Dos o tres kilos? ¿En un mes? La verdad es que estoy harto. Podría hacerme profesor de gimnasia. Y no correr nunca más.



miércoles, 23 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Farewell To Arms (Adiós a los brazos)



23 de octubre de 2013


Probablemente la última jornada que salgo en camiseta. Se acortan y se cuajan los días; se alargan y se hacen tupidas las mangas. No pasa nada. Dentro de ocho meses este trozo de la enorme bola de hierro recubierta de escoria y bacterias en que vivo volverá a girar en mejor posición y un más favorable perihelio. Ya ha pasado otras veces.



Se acabó el verano. Se cierra la pequeña puerta en el muro que abre un jardín cerrado y encantado. Juá. Sí, mi dacha tiene logo. Lo hice yo.






La obligada compañía del corredor en círculos. La ley de Newton


22 de octubre de 2013




Los individuos de comportamiento compulsivo nos movemos en unos patrones de inercia muy poderosos. Trato siempre de empezar las entradas con frases cuchufletescas como la anterior para hacer enfadar a mi señora, que se las toma en serio. Lo que quiero decir es que a las personas más o menos obsesivas nos cuesta mucho empezar a hacer una cosa pero (o también) después nos cuesta mucho dejarla.
Llevaba corriendo más o menos a diario veinte días. Hoy he salido después de dos. Mal. Hay Champions. El sábado es el clásico… Me temo lo peor. Lo peor es que vuelva a cierta pauta con el procesamiento característico de la información y pierda coherencia en mi conducta repetitiva buscando una hiposensibilidad de retribución restringida. Que la vuelva a cagar con el sofá, los bares, la cerveza y los cacahuetes.
Si se me entiende todo…















domingo, 20 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. El jovencillo emponzoñado de whisky



19 de octubre de 2013



A veces antes de editar el texto final los diseñadores gráficos utilizan unas líneas falsas que encajan como borrador para hacerse una idea del aspecto definitivo de la página. Una prueba para elegir las texturas, grosor y tamaño de los tipos, vaya. Estas líneas están sacadas de un escrito de Cicerón titulado Finnibus bonorum et malorum (Los límites de lo bueno y lo malo) del año 45 a.C. Los que estamos familiarizados con ellas las llamamos el lorem ipsum:


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La cosa sigue, claro. Pero se hace uno una idea. ¿A qué viene esta exégesis? No es para espantar definitivamente a mis nueve lectores (aunque probablemente lo consiga) sino porque su traducción (que ignoraba) es… tachán, tachán:


Tampoco hay nadie que ame, persiga y quiera alcanzar el dolor mismo porque sea dolor, sino porque a veces se dan las circunstancias de manera que, con esfuerzo y dolor se pueda obtener un gran placer. Un ejemplo cualquiera: ¿quién de nosotros acepta algún ejercicio físico fatigoso si no es para conseguir con él alguna ventaja?

Espectacular ¿verdad? Bueno. Para mí. Este párrafo ful, que tenía delante y llevo viendo y utilizando décadas, habla de lo que he venido arguyéndome casi dos años. Qué jodido el Marco Tulio. En efecto: todo, incluido el sacrificio autoinfligido, es vanidad e industria y afán.
Que esta sabia constatación se use de relleno resulta irónicamente inevitable.











jueves, 17 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Los umbrales del cielo



17 de octubre de 2013



A veces me doy contra un (bochornoso) programa de la televisión local ampliamente patrocinado que se llama Correr es vivir. Disiento. Vivir es todo lo demás. Por lo menos en mi caso. El resto, lo que no es sofocarse ni sudar constituye lo agradable. Hoy salgo por la mañana. Temperatura perfecta. Gris luminoso. Orillas del Bernesga despejadas y espaciosas… ¿Qué no parece fenomenal después? Me pregunto si no me he muerto y no me encuentro ya en el edén de los tontos (no en el limbo; no es necesario: el cielo normal ya resulta bastante estúpido). Sin dolor, sin apetitos ni ambiciones. Sin recompensas. Me viene a la cabeza la absurda historia de la escalera de Jacob (Gn 28, 19-20). Jacob, cuando va recorriendo por motivos que no vienen al caso los solares de Cisjordania, recuesta la cabeza sobre una piedra, (?) se duerme (?!) y sueña con una escala por la que suben y bajan sin ton ni son unos angelitos. Un paraíso bobo. Habitado por gente como yo. Saco mucho el Genésis. Cualquiera diría que estoy leyendo la Biblia y no paso del principio. No es verdad. Pero lo parece.








La obligada compañía del corredor en círculos. Reconstituyente sintáctico


16 de octubre de 2013



Ah. Prosigo con mi huida intransitiva. Quiero decir que no corro a, ni hacia; ni desde. Corro sin objeto directo. La frase quedaría mejor si no la explicase pero, ahora que otra vez veo las noticias todo el rato, tengo la sensación de que mis semejantes me demandan con gran virulencia que aprenda a balbucear.

Sigo yendo demasiado deprisa y me canso enseguida. Soy incapaz de trotar muy despacito (también soy incapaz de ir más deprisa, claro). Quizá debería trabarme los pies, como las caballerías.











lunes, 14 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Fin de ciclo



14 de octubre de 2013



Y quince. Quince días doblegando el hierro ya frío de la desidia y la carpanta. He hecho cosas… horribles: ayer cené dos zanahorias. Me peso. Noventa kilos. Hala. Tócate los cojones. Tengo cuarenta y seis años, peso noventa kilos, mido uno ochenta…



domingo, 13 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Thursday's child



12 de octubre de 2013



He leído los apuntes más o menos diarios de personas que ejecutaron cosas excepcionales (Azaña, Kafka, Napoleón, Warhol…) y no parece desde luego que las estén llevando a cabo. Kafka cuenta que escribe cositas, Napoleón nunca está donde le apetece, Warhol se queja de que los demás son igual de tacaños que él, Azaña desconfía… Si el Jesucristo de los evangelios hubiese dictado un diario sobre sus actividades seguro que alguna entrada vendría a decir más o menos: Esta gente no se entera de nada. Ya contaba Borges que los soldados antes de la batalla (por decisiva que ésta fuese) hablan del barro o del sargento. Ana Frank no describió LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

La pregunta es si la escritura, incluso la autobiográfica, se parece al autor. O si el autor se parece o debe parecerse a toda su época. Creo que no. Las sombras, por densas, bellas o enormes que sean, no son el objeto.

Anoto esto el 13 de octubre. Ayer corrí. Hoy no. Porque llueve. Como ven, el objeto (bulto en este caso) a veces ni siquiera arroja sombra alguna.









viernes, 11 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer



10 de octubre de 2013

Hay una célebre fábula de Esopo donde se cuenta cómo, al volver a su pueblo, un especialmente enclenque viajero fanfarronea sobre pretendidas hazañas atléticas realizadas en otros sitios con testigos asimismo foráneos que darían fe de sus proezas. Se jacta de que en Rodas ganó a los mejores saltadores. Bien, le dicen sus paisanos, Hic Rhodus, hic salta*. Es decir: Imagina que esto es Rodas, salta aquí (y ahora).

La oración fue utilizada por Hegel para un juego de palabras: Hier ist die Rose, hier tanze (Aquí está la rosa, baila aquí) con Rhodus (Rodas) y Rhodon (rosa). La filosofía es, para él, la rosa en la cruz del presente. Alude a la idea de Lutero y su rosa (blanca, como en su símbolo con una cruz en este caso encima: la cruz en la rosa) de la conciliación entre inmanencia y trascendencia. Marx, inmanentista acérrimo hizo famosa la sentencia en el capítulo I de su Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte contraponiendo las revoluciones burguesas (la Francesa) a las proletarias y traduciendo curiosamente el Hic Rhodus, hic salta con la rosa luterano-hegeliana.

Corriendo me acuerdo a menudo de la frase y hoy he estado buscando su origen (creo que se nota) pero se me ha olvidado completamente para qué iba a utilizar la moraleja. ¿Para evitar chulearme de algo? ¿De qué narices me iba yo a chulear? Nada. Ni idea.



*δο όδος, δο και πήδημα en su original griego.

Nota: El título de esta entrada no es mío. Es el de un largo reportaje para la revista Harper’s Bazaar donde el escritor estadounidense David Foster Wallace (nombre literario donde los haya) narra un crucero por el Caribe mientras se burla de los viajeros y del propio viaje. Se suicidó a los cuarenta y seis años. Mi edad.















miércoles, 9 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. El alma contra Los Tres Supermen en Tokio


8 de octubre de 2013

Salgo. Corro. Vuelvo a casa. Me ducho. Ayer me hice una ampolla con unos zapatos y hoy me levanto la piel con las zapatillas. Duele. Le pongo Betadine. Y una tirita. Mi editor dice que no me saca en su web porque no soy emocionante. Mi mujer dice que escriba de otra cosa porque lo de correr es aburrido. El subdirector del periódico me dice que soy reiterativo y que no aporto… Me parece a mí que hoy todo el mundo está más gracioso que la hostia.











lunes, 7 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Octubre, octubre



2 de octubre de 2013 El camino del camello

Todavía no noto nada. Aunque NO he corrido la mitad de ayer (lo que serían cinco minutos). He corrido EL DOBLE (veinte). Debo mantenerme en estas magnitudes. Porque se me da mal hacer operaciones con números impares.





3 de octubre de 2013 Dame veneno


Iré apuntando mis progresos. Corro lo mismo que ayer. Así que acabo enseguida: ninguno.





4 de octubre de 2013 Alma en suplicio


Quinto día de rutina olímpica. Cierta novedad: ahora en casa a las siete de la tarde rompo a sudar por algún condicionamiento pavloviano. Así que me pongo los leotardos y me voy al río. Luz lavada de lluvia bruta y nubes enormes. Oh, qué hermoso. Lástima que ande uno a carreras.






6 de octubre de 2013 Bella sin alma


“El séptimo día Dios había terminado la obra que hizo, y reposó en el séptimo día de toda la obra que había hecho”.
Gn 2:2

Séptimo día. Domingo. Queda muy bien la cita del Génesis, pero no reposo. Reposé ayer. Porque fui al pueblo. Y porque había fútbol. Hoy corro lo mínimo. Solecito. Me cuesta llegar al río porque hay muchos puestos en el rastro. Sigue sin pasarme nada. Quizá podría intercalar recuerdos de juventud. Lo malo es que no me acuerdo de gran cosa. O poner fotos de mi metamorfosis. Pero como no experimento ninguna pues sería un poco bobada.

Lo siento, señores.

7 de octubre de 2013 La venganza del alma

Continúo con mi experimento de doctor chiflado. Todo doctor chiflado experimenta consigo mismo, claro. Octavo día de renuncia y séptimo de carrerinas. La televisión (yo veo mucho la televisión) me ofrece mensajes contradictorios. Hay varias cosas que ponen a todas horas: reportajes sobre gordos y sus agonías (que ya he superado) o programas de cocina y sus delicias (que no pruebo). Con sus variantes de venta de aparatos para gordos anunciados por nervudos atletas que, evidentemente, no los usan; y de utensilios de cocina que, es curioso, tampoco ves jamás manejar a los cocineros citados. Mejor. Menos cosas que codiciar. En el caso del ejercicio tengo la convicción de que es una pelea que se entabla contra uno mismo y no es necesario adquirir nuevos enemigos. Hago brazos, eso sí, desplazando por casa diversas máquinas gimnásticas de mi mujer, que las tiene todas.
Hoy corro media hora sin mucho esfuerzo. Empiezo y termino con profesores chalados: el Dr. Frank N. Furter. “In just seven days…”









miércoles, 2 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Rerum novarum



1 de octubre de 2013



Es difícil estar satisfecho en un entorno que aplaude, estimula y premia la insatisfacción. No conocemos otra realidad. Hemos cambiado la curiosidad por el deseo incesante. Me temo incluso que confundimos ambas cosas. En una sociedad civilizada naceríamos con todas las necesidades y hasta caprichos cubiertos y se nos alentaría a buscar la felicidad pretendiendo (y poseyendo) cada vez menos cosas (y personas). Se pondría como ejemplo al que no necesitara nada o muy poco. El hombre modélico sería quien ya no apeteciese de más bienes ni atenciones, el que fuera dichoso con lo que (no) atesorara. En nuestra cultura ocurre exactamente al revés: desde niños se nos dice que hay que ansiar (y obtener) objetos y haciendas y súbditos. Que es lo normal. Que la tranquilidad con lo que uno tiene o perseguir cada vez menos indica debilidad de carácter. Que estar de buen humor es lo que menos importa. Las conductas a imitar son las codiciosas y depredadoras (véanse los bichos que salen en periódicos, televisiones o libros de historia) a pesar de saberse que nada tienen que ver con la ventura; que la impiden de hecho. La ambición aquí y ahora es una virtud. No debería.

Leo que uno de los signos de hacerse uno adulto es que se tarda mucho más en perder peso. Cierto. Lo peor son estas primeras jornadas (siempre estoy en estas primeras jornadas), en las que no se ve ningún avance. Luego… ninguna mejoría parece suficiente. Lo que largué en el párrafo anterior.

Leo también que otro signo de hacerse mayor es la progresiva incapacidad de dormir toda la mañana de un domingo. Cuando bebes y te atiborras le pides prestado a tu cuerpo y al tiempo los placeres del día siguiente. En cambio cuando haces ejercicio y te portas de forma contrita y morigerada el equilibrio o el oxígeno futuro te está extendiendo un cheque. Tardas en cobrarlo. Cada vez más. En mi caso, por lo menos quince días.

Corro la mitad que ayer. Si persevero en estos paradójicos avances negativos igual logro retroceder en el tiempo y podré advertir a la gente del pasado de cómo algunas personas no tienen intención de cumplir sus promesas electorales.

Quizá debería contar más bien anécdotas. A la gente le gustan las anécdotas.