martes, 20 de enero de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Una habitación propia


14 de enero de 2015




A veces me asombra mi determinación. Elijo ser desgraciado un rato (odio correr) para que elementos concretos (el catorce de enero, el miércoles, el frío, yo mismo) no me reduzcan y, ¿consigo sumergirme un poco en la laguna Estigia, la vida eterna? No. Caigo enfermo otra vez. A partir de ahora si no digo nada se supone que estoy enfermo. Es mi estado normal. Creo que la dicotomía entre tratar al cuerpo como a un templo o degradarlo como a un parque de atracciones no funciona. Que, como en todo, hay términos medios, una gama de grises. ¿Qué establecimiento compartiría las características de un templo y un parque de atracciones? Uno en el que uno vaya a recogerse y a establecer contacto con un ser más o menos divino (según el precio) y que asimismo posea una expectativa de regocijo ilimitado. Un prostíbulo. Exacto. Mi cuerpo no es un santuario ni una feria. Es una casa de putas. Nunca me he sentido cómodo en esos hostiles y agranujados recintos. Quizá por eso me pongo malo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario