domingo, 27 de marzo de 2016

La obligada compañía del corredor en círculos. Sexual Healing

26 de marzo de 2016

Sigo el romance conmigo mismo y hasta empiezo a mirarme con cara de imbécil y mis chistes me parecen graciosos, mis dibujos exquisitos y mis opiniones, pertinentes. De todas formas continúa la dialéctica entre ser muy bueno y poner las manos encima de la mesa y juntar curilmente las puntas de los dedines, como los médicos del Opus o los escritores sudamericanos o, por el contrario, coger tres cervezas y atiborrarme a fritos. Lo que haré en cuanto se reanude la Liga. O antes. O ahora.




sábado, 26 de marzo de 2016

La obligada compañía del corredor en círculos. Silencio

24 de marzo de 2016



Mi cuerpo se da cuenta de que lo estoy tratando como un templo y desconfía. Sabe que si construyo templos es para profanarlos. Y profanarlos mucho: descerrajando puertas a caballo, tajando cuarterones en sus peinazos, con bueyes arrancando retablos de sus sillares, pegando fuego a los tapices, orinando en el sagrario y saliendo después, impávido y sonriente, con candelabros de oro macizo debajo de los brazos mientras hace eco en las bóvedas el mugido de las reses enloquecidas que, sobre mármoles, se rompen el cuello resbalando en su estiércol.

Quizá se nota un poco que estoy hasta los cojones de la provincial y obtusa Semana Santa y sus arratonadas fanfarrias.




viernes, 25 de marzo de 2016

La obligada compañía del corredor en círculos. Un hombre ordenado

23 de marzo de 2016



Intento continuar con mi mejora personal y crecimiento físico y viceversa. Sin conseguirlo. Enorme luna llena que, sobre el yarmukle, kipá o medio platillo volante que han puesto encima de la plaza de toros hace parecer todo ello un fotograma de película francesa de ciencia ficción. Absolutamente nadie en la orilla del río. Oigo mis pisadas. Agua enorme en el río negro. Viento helado. Muy agradable. “Recordar es un acto creativo (…) Los recuerdos no son un relato apasionado o impasible de la realidad desaparecida; son el renacimiento del pasado, cuando el tiempo vuelve a suceder”, dice Svetlana Alexievitch. Totalmente de acuerdo. Todo lo que escribí arriba no deja de ser, más o menos, una trola. Y eso que lo mastiqué hace apenas una hora. El río llevaba agua y había luna llena. Y la gente está absorbida y apelmazada con gran estrépito en otro lugar de la ciudad por las putas procesiones. Eso es verdad. Lo demás es novela. También afirma la gran Svetlana que nos morimos “sobre la marcha”. No hay nada que no hagamos sobre la marcha aunque creamos lo contrario. Si pudiéramos detener el tiempo —objeto de estas carrerinas— para pensar y ejecutar nos pararíamos a los tres años y seguiríamos eternamente estirándonos el pito. Cito mucho a Svetlana, todavía asombrado de que le hayan dado el premio Nobel de Literatura —o un premio cualquiera— a una escritora excelente. Además, periodista; primera vez que ocurre y hecho sobre el que el resto de los periodistas del mundo han callado y siguen callando —incomprensiblemente— como zorras.









martes, 15 de marzo de 2016

La obligada compañía del corredor en círculos. La foto de carnet de Dorian Grey

15 de marzo de 2016

Aperitivo, del latín aperire —como abrir, abril…—. Siempre he considerado esta palabra la más bella del idioma español. Otros eligen amor o nefelibata o resiliencia. Yo, no. Aperitivo, luz de mi vida, fuego de mis entrañas, pecado mío, alma mía; la boca emprende un viaje de cinco pasos desde la cara de tonto de la ‘a’ hasta los morritos del ‘vo’. A. Pe. Ri. Ti. Vo.

El diálogo con el espejo de un adolescente o de un hombre de mediana edad —yo soy todos los hombres de mediana edad y soy de mediana edad porque ahora vivimos cien años, ¿qué pasa?— es muy similar. Básicamente un perplejo ‘cómo puedes hacerme esto a mí’. En el reflejo aparecen cosas indeseables, las proporciones no encajan… el individuo del cuarto de baño no es el despreocupado y joven atleta con el que convive uno el resto del día. Esta dismorfofobia —o, más bien, imaginofilia— puede llevarse con dignidad o desesperación. Según la paciencia de la que se disponga. Mes y medio de ponzoña, atiborración y empocilgamiento. Pero se acabó. Oh, sí. Hoy en el crepúsculo salgo a correr. Hay novedades: alguna fachada limpia, algún cemento reciente… En olores, los mismos: leña, gasolina y, curiosamente, marihuana más allá del Puente de los Leones. Siempre. Supongo que en los bares de juventud —como les decían mis ancestros a los de fumar porros— ahora habrá aromas de césped, mierda de perro y fango.