domingo, 18 de octubre de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. El Buda de la rivera



18 de octubre de 2015

Me sale un discípulo. Iba a decir seguidor, pero no: seguidores no tengo. Soy yo el que va a la cola de todo el mundo. Hoy me dejan atrás a gran velocidad —o me lo parece a mí— cuatro jóvenes. Al menos iban en apretado silencio. Me fastidia cuando me adelantan mientras charlan despreocupadamente. Temo que un día lo hagan al tiempo que toman un café y leen el periódico.

Que me ha salido un próselito o catecúmeno, digo. Me pregunta cosas. Que qué tiene que hacer para empezar a correr. No hago chistes ni le disuado —como estaban imaginando—. Le coloco en cambio mi libro —compren mi libro— y le aconsejo las simplezas de estos casos. Ir despacio, lesionarse, comer poco y cenar más poco que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago… bueno, eso no es mío. Pero como no es una gran anécdota, necesitaba palabras más suculentas.

No hay gimnasia mala. Aunque a veces me pregunto si con estos meneos nos estamos proporcionando narcóticos o beneficios que deberían sernos más bien otorgados por los demás. No puedo dejar de pensar que esto de estar bien todo el rato o darle al cuerpo lo que pide es un acto de egoísmo. Una manera de decir: no os necesito, tengo este vehículo nuevo (como explicaba el majara de Mishima*) que me colma y acompaña.


*My body became to me like a fashionable sports car for its proud owner.









miércoles, 14 de octubre de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Se cierra el círculo



7 de octubre de 2015



“I’m no yokel. I was all the way to Miami once”.

Lawrence Kasdan. Body Heat. 1981



Beber para hacer a la gente interesante, que decía Hemingway. O correr para no correr; lo que tiene la misma lógica que darse prisa para no tenerla.

Aparecen en estos días cerca de casa no una, sino dos mujeres muertas. Una en el punto exacto donde doy la vuelta para volver en el circuito de verano y otra todavía más cerca de mi portal. Contando a la occisa Isabel Carrasco véase entrada del 15 de mayo de 2013 ya van tres cadáveres bajo mis huellas. Conozco a la nueva comisaria que lleva estos casos. Los resuelve muy bien, como Jessica Fletcher o la señorita Marple, pero, al igual que ocurre con las detectives meticonas, la cosa empieza a parecer ya mucha coincidencia. Claro que también mi amistad con la jefa de policía y la proximidad de las fallecidas a mi domicilio me convierte, según la lógica de las películas, en el principal sospechoso.



14 de octubre de 2015



Es inevitable que la necedad de la política y sus ejecutantes empape a todo tiempo y arte, así que, alejado de literatura y plástica, leo las consejas sobre corredores cuarentones que salen en todas partes —en efecto, las dos cosas: consejas y cuarentones—. No entiendo cómo mi libro no es todavía obligatorio en los colegios. Me suelen dar la razón sobre zapatillas: —que se puede ir con las de casa—, ritmos, endorfinas, pulsaciones y vida eterna en general, pero difiero en su obstinación afirmando que: "correr media hora es un ejercicio suave" y, sobre todo, en que "no debe practicarse por estética". ¡Cómo se atreven! TODO debería hacerse por estética.








sábado, 3 de octubre de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. Avanzan enmascarados



2 de octubre de 2015

De repente tengo la impresión de que todo el mundo está preparando algo, que son más cautos y sensatos que yo. Que planifican, proyectan y recogen. Noto que una especie de nieve —simbólica— se licúa y riega los frutos de las personas mientras que la mía se acumula en el techo esperando hundirme la casa y apagarme el fuego. La gente se me asemeja a la hormiga del cuento: conforme, apercibida, adaptada. No digo que sean unas taimadas comadrejas, no. Sólo que me lo parecen.


Quizá se debe a que la temperatura baja, el aliento toma cuerpo, las sombras avanzan y, en la orilla del río, van —vamos— quedando los solitarios corredores de invierno. Los que hacen que parezca que estoy inmóvil o que corro hacia atrás, con enorme peso en los pies, como en los sueños.