29 de septiembre de 2016
Abandono Villa Modorra. Me reconozco incapaz de poner nada sobre casa y parque que no suene horto/sexual. Influencia británica, claro, cuyo clima lluvioso e insular les predispone, creo, a la metáfora pícara en forma de estambre, jardinero, pompa y flor. No puedo decir que cubrí los mimbres, recorté el seto o que dejé el césped húmedo y fresco sin que parezca una fantasmada. Como no puedo escribir que conseguí que el camino de entrada se corriera cuatro veces sin producir similar efecto.
Abandono Villa Modorra. Me reconozco incapaz de poner nada sobre casa y parque que no suene horto/sexual. Influencia británica, claro, cuyo clima lluvioso e insular les predispone, creo, a la metáfora pícara en forma de estambre, jardinero, pompa y flor. No puedo decir que cubrí los mimbres, recorté el seto o que dejé el césped húmedo y fresco sin que parezca una fantasmada. Como no puedo escribir que conseguí que el camino de entrada se corriera cuatro veces sin producir similar efecto.
Cierro la dacha sin haber hollado los macadanes de los Payuelos y sus
canales —¡comenzada ya
su segunda fase!— ni una sola vez en todo el verano. Vuelvo al Bernesga. Con
resultados todavía inciertos. Quizá hoy sea el último día que salgo con luz.
Quizá sea el último que lo haga en camiseta. Quizá sea el último de mi vida.
Oh. Ah.
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