lunes, 31 de marzo de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Café y TV




24 de marzo de 2014


Hay millones de estudios sobre el deporte y la dieta y sobre cómo ambos, juntos o por separado, influyen en órganos y tegumentos. La gente se dilata y se encoge por la comida o se abulta o acecina por el ejercicio. Todo esto, como digo, está documentadísimo. Habitualmente con los previsibles resultados: al páncreas le agradan en especial los berros (por ejemplo) y al colon le resultan desagradables los tocinos y las patatas fritas (que también puede ser). Asimismo la gimnasia estimula y apacigua…

Ya lo sé. Me da igual.

Lo que veo es un enorme espacio en blanco sobre la manera en que la gimnasia y la abstinencia de grasas influye sobre el carácter. Sobre la manera de pensar. Recordemos que la palabra humor procede del latín humor, humoris, que propiamente significa líquido, humedad*; especialmente el agua que rezuma de la tierra (humus), así que no deja de ser curioso que cuando uno bebe solamente agua le cambie el humor (juá). Llevo no recuerdo cuántos días sin tomar alcohol ni grasas (aunque corriendo poco porque llueve permanentemente) y puedo notar los cambios (a mejor, supongo) en mi voltaje cerebral. Pero mejor (¡ay!) no es más divertido.
Todas las drogas (y considero la panceta una droga) se basan en un único principio: entorpecer el funcionamiento óptimo de nuestra percepción. Ya sean analgésicas, recreativas, estimulantes o amodorrantes las drogas absorbidas por nuestro cuerpo de algún modo enturbian los sentidos. Funcionan como un alfiler clavado en el mecanismo de un reloj: raramente mejora el funcionamiento del artefacto. No hay droga que no ralentice el cerebro y no existe ni una sola que ayude a mejorar la comprensión de los números irracionales, estimule la memoria, nos enseñe a programar o nos haga leer (no digamos escribir) mejor o más deprisa. Bien. No hay nada en nuestros pensamientos que no responda a impulsos eléctricos sobre tejidos más o menos húmedos. Nuestra elección es exclusivamente de qué los empapamos. No creo en la expansión de la conciencia, en entrar en contacto con espíritus inorgánicos, acceder a la memoria de la especie u otras castanas (de Castaneda) psicodélicas. La personalidad y la conciencia residen en conexiones físicas y galvánicas. Determinadas químicas nos hacen pensar más despacio, peor o no pensar en absoluto. Por qué consideramos esto deseable es una pregunta importante. Tratar de responder a ella y actuar en consecuencia me lleva casi todo el tiempo que paso sobrio y hambriento.


*La medicina hipocrática de los antiguos griegos postulaba que el cuerpo humano contenía cuatro líquidos o humores reguladores básicos cuya combinación, abundancia o escasez creaban tanto el carácter como las patologías: la sangre (el aire), la bilis amarilla (el fuego), la bilis negra (la tierra) y la flema (el agua). En Roma, Galeno añadió a estos humores la pneuma, soplo o espíritu.


















lunes, 24 de marzo de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. The opposite of waltzing matilda



19 de marzo de 2014

El líquido del oído interno (llamado endolinfa), que nos proporciona equilibrio, tiende a solidificarse con los años. ¿Tiene razón el líquido del oído interno? ¿Hace bien? ¿Es razonable que guste de que le dejen en paz y no le hagan fluir a lo bobo? Esta tendencia a la coagulación y al remanso constituye sin duda el quinto signo del carcamal, pero, ¿debe ser combatida o estimulada? De momento la combato pero no sé si me muevo o si soy movido. Si debo ser gordo y feo o sólo feo. Ah, preguntas.











jueves, 13 de marzo de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Alza, carpintero, lo que te salga de los cojones



13 de marzo de 2014



Desasosegante semana de verano. Estas bonanzas han de darnos que sentir. Bueno para la obra y para el campo de todas formas, en el que dos días y sendas palizas me han librado de dar carrerinas. Quería tener un sitio verde para pensar y con pocos pero doctos libros juntos escuchar con mis ojos a los muertos y tal, pero al final sólo voy a Villa Modorra para romperme la espalda y llenarme de polvo.

En la ciudad hoy vuelvo del río más o menos complacido, con mis expectativas cumplidas, mis bronquios purificados y mis tegumentos estimulados, satisfecho, casi contento… cuando me cruzo con dos chicas muy jóvenes y muy guapas. Pequeñas. Como figuritas africanas de madera. Ambas llevan una bolsa de plástico en la que imagino llevan su ropa y complementos de puta y artículos para limpiarse las babas de sus clientes. Y se me acaba la felicidad. Y me doy cuenta de que el mundo está hueco. Y de que no hacemos más que tirarnos bocados unos a otros. Y de que todo es...









lunes, 10 de marzo de 2014

La obligada compañia del corredor en círculos. Gramática generativa



6 de marzo de 2014

I Introito

Era mi propósito. Todos los días trato de correr y nadar y muscularme y comer huevos crudos a las siete de la mañana. Como tardo en resolverme acabo por hacer mis treinta escuálidos minutos, rumiando maldiciones, doce horas después. Eso los días con suerte. Y ya estamos en marzo.

II De rerum natura


En la primera juventud la desdicha nos parece que constituye una ventaja moral, un privilegio más o menos aristocrático que te eleva por encima de los demás. A los felices se les mira como seres con una deficiencia. Luego se da cuenta uno de que ser desgraciado es (también) un defecto, que debe corregirse.


III Estructura profunda

Estos días no correré gran cosa porque ya me deslomo en Villa Modorra, donde estoy levantando de nuevo la valla de la finca. Bueno, esta vez iza y erige un profesional. Un albañil de verdad, vecino del pueblo, sentencioso aunque parlanchín (y de inquietante parecido con George W. Bush Jr.) con el que me sobreviene un trastorno del habla más común de lo que parece: lo denomino diglosia agrícola de habilitación. Es muy sencillo. Quiero hablar de un árbol. De un sauce. Y opino, por ejemplo, que ya no se le van a caer más hojas. Normalmente diría:

Me parece que al sauce ya no se le van a caer más hojas.

Pero tal locución me parece del todo inadecuada en territorios despejados o abruptos o ante interlocutores agrosabiondos así que la cambio sin sonrojarme (y sin saber muy bien el motivo) por:

Éste más hoja no echa.

La segunda cláusula siempre será pronunciada por lo menos una o dos octavas más alta que la primera. He comprobado que le pasa a otra gente en similares circunstancias. Debe tratarse de un avergonzado camuflaje o incluso un perdido lenguaje musical campestre que no puede superar el octosílabo y que elimina los ociosos plurales por defecto. O por economía. O porque no le llamen a uno cosas.







miércoles, 26 de febrero de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. De mesetas y muertes pequeñas



25 de febrero de 2014




A pesar de la creencia generalizada, la actividad sexual no se reduce sino que se amplía y dilata en la mediana edad. Los orgasmos, si bien menos intensos, se multiplican y no se limitan a la actividad reproductora sino que se desplazan a numerosos momentos del día como al levantarse o sentarse (más notorios cuanto más mullido sea el ámbito donde uno ponga los cadriles), al rascarse el lugar donde estuvo el elástico de los calcetines, al meterse en la cama (a dormir) o al desperezarse en general. Estos pequeños y agónicos gemidos o petites morts (muy limitados en tiempo y circunstancias a edades más jóvenes) nos acompañan mientras atravesamos toda la jornada.

Se puede decir que el cuarto signo del carcamal son los ruiditos. Después de mi media hora y mis cinco kilómetros emito muchísimos. Y antes.






sábado, 22 de febrero de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Miré los muros de la patria mía



22 de febrero de 2014


Ole. Casi un mes haciendo el mal. Veintiséis días concretamente sin salir a correr. Nuevo récord personal. Mientras tanto el cielo se ha desplomado sobre nuestras cabezas en forma de ciclogénesis explosiva con vientos asaz desproporcionados, olas francamente impertinentes y precipitaciones muy mal educadas. Es el momento del control de daños: noventa y un kilos y el flanco sur del perímetro de Villa Modorra (que yo mismo erigí) derribado. Una imagen que me produce un fuerte impacto, como la contemplación de un hombre muerto…


El tercer signo del carcamal son los capilosidades desacomodadas y extemporáneas. Creo que la cura definitiva a la alopecia reside en las células madre no del cuero cabelludo sino de los pelos de orejas, espalda, hombros, nudillos y culo, donde estos vellos, con el tiempo, se hacen fuertes tanto en su hirsutez como en su obstinación.










martes, 28 de enero de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Los signos del carcamal





27 de enero de 2014


Hoy, a las ocho de la noche, con una sensación térmica de menos cuatro o menos cinco grados y cuando llevo unos quince minutos corriendo me doy cuenta repentinamente de que estoy documentando mi propia decadencia y vejez. Dejando caer (como Cela en Mazurca para dos muertos con las nueve señales del hijoputa) las cosas que pierdo y que no volverán. Anda por ahí la primera: no poder dormir la mañanada. Por cansado o resacoso que esté. La segunda: la tabla de multiplicar. Nunca he sido bueno con los números pero se me están olvidando los normales: el ocho por siete, el nueve por ocho… Lo tengo que pensar. Cuando tenga problemas con la tabla del seis sabré que todo ha terminado.







La obligada compañía del corredor en círculos. Oficio de tinieblas





24 de enero de 2014




Hablo con un atleta de esto. Uno de verdad. De los que hacen maratones por el campo, miden uno treinta y cinco y pesan veintinueve kilos. Sale el tema de las yinkanas colectivas que se organizan cada dos por tres y me cuenta una cosa que no sospechaba: se pueden organizar mal. Yo creía que con la buena voluntad de los corredores (¡que pagan por participar!) bastaba. No. Lo importante es el público y no todos los públicos son iguales. Si no lo preparas bien puede resulta que haya partes del recorrido vacías de espectadores o… (esto es lo que me dejó más turulato) ¡con gente que insulte a los participantes! En serio. ¡Culo gordo! ¡Adónde vas que no puedes con los huevos! Cosas así. Dios santo.





jueves, 23 de enero de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. El corredor demediado



22 de enero de 2014


Tercer día consecutivo de brincos jadeantes y dieta sensata y abstemia. Ignoro si esta disciplina significa respeto hacia mí mismo o lo contrario. A veces, cuando me duele todo, pienso en interponerme una orden de alejamiento.






martes, 21 de enero de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Verde mosca zumbándome en la frente



21 de enero de 2014

Comprendo de repente por qué hablo de pulmones y disneas (aparte de por lo eufónico de su vocabulario). Por la tarde al volver al despacho recuerdo los macizos nevados que veo por la mañana al norte de mi recorrido. La espléndida imagen de las montañas y mi vida vegetal de sanatorio, balneario, invernadero o cualesquiera de los recintos que tanto gustaban a don Ramón María del Valle Inclán, me traen inevitablemente a la cabeza el género de baños o termas en general y la tuberculosa novela de Thomas Mann en particular.
Me cuesta explicarme cómo hay balnearios después de La montaña mágica. No por lo atrabiliario y pelmazo del tomo (que también) sino por la caracterización definitiva del balneario como
1) moridero inapelable y afiebrado o
2) sala de espera para que despanzurren a los pacientes (nunca mejor dicho) en las  trincheras del Somme.
Ninguno de los dos destinos me parece deseable. Ni ninguna de las múltiples y posteriores literaturas sobre estos seres delicados y memoriosos, digestible, claro.











La obligada compañía del corredor en círculos. La vita nuova



20 de enero de 2014



Como mis  própositos de año nuevo incluían despertarme al amanecer y no sólo correr sino nadar y levantar enormes pesos en los higiénicos recintos destinados a ello… pues empiezo por resoplar normal el día veinte de enero a la una de la tarde. Este dilatadísimo mes, tóxico y melancólico, me ha enseñado que los depresivos deprimen y que los estimulantes también, pero después. Elige la vida. La de otros mejores, a ser posible. Luego de esta enorme holganza hago mi recorrido bajo el sol frío del invierno sin dolores concretos ni fatigas extremas. Inaudito.

Neumotórax
(ya no se pone con pe delante: pneumotórax, voz que resultaba fenomenal): es la palabra de hoy. Me cuenta un amigo que tuvo uno. Se le rasgó la pared de un pulmón de arriba a abajo, como el velo del Templo de Salomón. Me explica que el ejercicio violento (para mí todo ejercicio es violento) es enormemente saludable para los tejidos de estos órganos cuyas dos capas exteriores (pleura parietal y visceral) vibran o se unen con ello (con el ejercicio aeróbico). 

Los pulmones no son iguales. Uno tiene dos lóbulos (el izquierdo) y otro, tres (el derecho, en efecto). Si no lo creen pueden dejar constancia de ello en los comentarios.

Y en estos soplos paso mi jornada uno punto cinco.















lunes, 16 de diciembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. El Señor llega


16 de diciembre de 2013



Decía William Faulkner que no le gustaba California en general y Hollywood en particular. No le gustaba el clima ni las personas ni cómo vivían. Afirmaba que nunca ocurría nada y que una mañana te levantabas y tenías sesenta y cinco años. ¿Podría decir yo lo mismo de León? Hombre, siempre sería el primero que lo comparara con Hollywood. Iba más bien porque he cerrado los ojos un momento y han pasado once días (y casi cincuenta años). Así que, temiéndome lo peor me voy al tenebroso Bernesga y hago mis treinta minutos largos y mis cinco kilómetros cortos. Bueno. Respecto a lo demás tampoco siento gran entusiasmo por la gente de aquí, su modo de vida, lo que ocurre o el clima (un poco extremo). Pero me ha pasado en otros sitios.







jueves, 5 de diciembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. El profesional



5 de diciembre de 2013

Parecen haber desaparecido los vagabundos. Espero que no hayan muerto congelados (la hoguera no era muy grande). Ya no huele a gasoil. Queda un frío poderoso, la lobreguez habitual (cuando llego a casa las luces del baño me deslumbran y me dan ganas de ducharme con gafas de sol) y… ¡niebla! Este meteoro hace lo que puede por refractar la escuálida sombra de las farolas (refracción es cualquier cambio en la dirección de una onda cuando cambia de medio) pero sin convicción. Refracción sin convicción. Juá, juá. Ya me está dando otra vez la chaladura por hipoxia de los alpinistas.

Debería (cuánto tiempo sin utilizar esta forma verbal; por lo menos veinte líneas) salir por las mañanas e ir al gimnasio. Soy socio de una sociedad atlética desde hace tres o cuatro décadas. Podría utilizar sus modernas e higiénicas instalaciones para oxigenarme y bufar y estirarme y encogerme. Así mis crónicas serían más luminosas. Y también podría reírme de otras personas. Porque ahora a las ocho de la tarde por las orillas del Bernesga no hay ni un alma. O igual sí, pero no las discierno.

Cada vez que hablo con alguien del tema de los trotamientos me siento como el cadete Beá de la última viñeta. No vuelvo a sacar el tema en la vida.
Esto está tomado (sin permiso) de Los profesionales del gran Carlos Giménez.








La obligada compañía del corredor en círculos. Smells Like Teen Victory


3 de diciembre de 2013


Después de celebrar fluidamente mi cumpleaños (tengo cuarenta y siete años, mido uno ochenta, peso noventa kilos…) vuelvo a las impenetrables tinieblas del Bernesga. La ausencia de piras sacrificales se compensa con un intenso olor a gasoil que podría simbolizar con su evocador poder sinestésico… no sé… Todo.




viernes, 29 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Las luces del norte


28 de noviembre de 2013

Hoy no veo alegres fogatas post-apolípticas. Tampoco veo gran cosa más. De hecho según estoy llegando al Puente de los Leones (a las ocho de la tarde) SE APAGA una de las tres o cuatro bombillas que alumbran mi recorrido.
Según parece el Excmo. Ayto. de León está encendiendo farolas durante el día (en serio) para probar el parque eléctrico (o como quiera que se llame). Algunas personas bienintencionadas se quejan. Les digo que sugieran que, quizá, realicen sus ensayos de noche. Pero nunca, nunca, nunca les propongan apagar nada.












 

martes, 26 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. A lo loco


25 de noviembre de 2013



Leo sobre el deporte y los deportistas. Y sobre las burlas al deporte y a los deportistas. Los que hablan de deporte suelen ser deportistas ellos mismos y los que se burlan, pues no. Estos últimos dicen que los deportistas son chiquitines y parecen croissants. Je, je.
Mas no. Yo no me río de nada y no pertenezco ni a un un bando ni al otro. Lo comprendo todo y comprenderlo todo es perdonarlo todo. Amo al mundo y el mundo me ama a mí. Eso es.







domingo, 24 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Po-po popped Dookie down by the vacants*



24 de noviembre de 2013



Domingo por la tarde. Mucho frío, calles vacías y oscuridad total. En algunos momentos en la orilla del río siento la tentación de poner las manos delante mientras corro, como una especie de monstruo de Frankenstein trotante, para ir palpando. Hoy incluso hay (era inevitable) personas alrededor de una hoguera. Probablemente asando una rata. Creo que los próximos días me bajaré una antorcha, un poco de papel de plata y el baldeo. Yo, creo que lo he dicho más veces, lo que no quiero es llamar la atención.

* La pasma se cargó a Dookie en las casas de protección. La frase es una especie de destilación cómica del habla de los negros en los guetos de Baltimore que usan en The Wire. La utilizan en otra serie, la hilarante Thirty Rock, cuando les acusan de contratar sólo blancos.


lunes, 18 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Orden de extrañamiento



14 de noviembre de 2013

Ni corro con los demás en hato ni acudo a lugares de personas donde se dicen versos unos a otros. ¿Echo de menos estas gregarias actividades? Pues no lo sé. Supongo que no. Podría adherirme a estos grupos sin problemas; ambos parecen ávidos de gente que haga bulto y les mire.

Últimamente (lo que llaman) La Cultura me da diabetes. De todas formas se celebran dos salvíficos centenarios: el de la escritura de En busca del tiempo perdido y el de Albert Camus (que cumpliría cien años). Sobre Proust leo seguido a dos intelectuales diferentes en la portada digital del periódico más vendido de España. Ponen: “El laberinto de la memoria” y “La vida se hace novela”. Soy más del pomelo de James Cagney que de la magdalena del francés, pero sé una cosa: él no lo haría.

Lo de Camus (me) resulta curioso porque escribí tres o cuatro días antes de los (discretísimos) homenajes una entrada sobre su Sísifo (la del día cinco, está un poco más arriba; más abajo en este caso) sin saber que se avecinaban estos fastos. Para acabar de hacer el tonto me disfracé del gran hombre. Aunque, ahora que lo veo, me debería haber girado ciento ochenta grados porque la luz está al revés. Pero es la única diferencia entre Camus y yo. La única. Sí.







Compárenme con Camus. Venga.









martes, 12 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Día del Señor y de otro señor



10 y 12 de noviembre de 2013


Creo que no soy de los que más tiempo gastan en preliminares y post coitos con esto del deporte y puede ser que esté perdiéndome lo mejor.
En ocasiones, sobre todo los días festivos, veo gente que extrae de esta ambulante actividad todas sus posibilidades y contempla todas sus facetas. Que exprime (y liba con entusiasmo en) el jugoso racimo de la vida. Imaginemos las complicadísimas intendencias de gran costumbrismo protagonizadas por un cuarentón español normal un domingo: se levanta temprano, se viste de ciclo/runner/fondo/turista, coge el coche, coge al niño, coge las bicicletas, baja al garaje, se va al quinto pino, anda un rato, trota, se oxigena, se para once veces, estorba, charla con otros equipadísimos individuos en medio de los caminos, toquetea y habla con (y desde) su dispositivo móvil, bebe una bebida isotónica, le toca las narices al niño, vuelve al coche, vuelve al garaje, se ducha, se hidrata, se cambia y se va a misa de una (también incluyo la misa como falsa gimnasia). En todas estas operaciones… ¡ha tumbado la mañana entera! No es mi caso. Corro poco, de acuerdo. Pero mis transiciones de persona normal a sudoroso tarugo (y a la viceversa) son brevísimas. Trato también de exprimir el jugoso racimo de la vida. Pero el jugoso racimo de la vida rápidamente me mancha la ropa o me salpica a los ojos.









La obligada compañía del corredor en círculos. Las capitulaciones



9 de noviembre de 2013

Seis y media de la tarde de un sábado de noviembre en León. Noche cerrada. Me meto sin ninguna gana en mi gastada indumentaria de carreras. Piso la calle. En cuanto doy dos zancadas gruesas gotas de agua empiezan a oscurecer el cemento de la acera. Creo captar el mensaje. Subo y me pongo la ropa que me acababa de quitar. Bajo otra vez. Camino hasta el supermercado bajo la lluvia. Compro alcohol, cacahuetes y chocolate. Vuelvo a casa.



No es el mejor relato corto de la historia de la literatura, pero su belleza reside en su cruda y despojada sinceridad. Juá.








miércoles, 6 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Los lunes al sóleo



5 de noviembre de 2013


Todavía no había salido Sísifo por aquí. Me extraña. Aunque sus afanes sean más lineales que circulares viene muy al caso. Albert Camus, autor de quien es muy difícil leer bobadas, tiene una colección de escritos titulados con su nombre (con el nombre del rey de Corinto, no con el suyo propio, que también) en el que incluye un célebre capítulo hablando del suicidio.

Alargar, extender, prolongar, ampliar. Ah. Engrandecer, decíamos ayer. ¿Acaso hacemos otra cosa desde que nacemos? Evitando quitarnos de en medio, ¿no estamos dilatando la irrisoria (son sus palabras) costumbre de vivir? ¿Qué nos puede quitar las ganas de continuar con esta actividad? ¿En qué momento de lucidez vemos tan natural la vida como su ausencia? En cierto punto, cualquier cosa puede bastar para precipitar todos los rencores y todos los cansancios todavía en suspenso. Mientras tanto, pues cumplimos el castigo asignado por razones que se nos ocultan (hay muchas teorías sobre por qué se le sanciona, y no es la más repetida que a Sísifo se le impone su infinita e irónica tarea precisamente por su empeño en vivir).


Esta breve inquisición es porque estuve mirando (poco material tan tedioso como la literatura médico/deportiva) si conviene estirar o no los sóleos y los tendones y los glúteos y tal antes o después de correr. Unos dicen que sí: que antes y después. Otros que después; y otros que nunca o que da exactamente igual. Pues como todo. Y de ahí, a Sísifo y a lo demás. Sobre lo de correr: estoy subiendo la piedra media hora sin excesivo sufrimiento.












sábado, 2 de noviembre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Magníficat



1 de noviembre de 2013


Pensando en la tarea de pedirse cosas, creo comprender mi animadversión hacia el gordo renegado del que hablaba en la anterior entrada. No se puede ser arrogante cuando uno busca lo pequeño, lo finito (perdón por el  juego de palabras). Uno puede ser monumental o desmesurado buscando la grandeza. Pero ¿perdiéndola? Es una súplica mezquina. Aunque, de hecho, toda plegaria lo es. La única oración que reviste cierta dignidad es el Magnificat. Por lo noble de su título, por estar musicado por Bach y porque María pide engrandecer su alma (Lucas 1:46-55). No pide que su alma sea estrecha o convexa y musculada. Pide que sea grande.

De todas formas los rezos me parecen la forma más baja de comunicación (?) humana, inferior incluso al lenguaje sin articulaciones de los concursos sociológicos televisivos. Sólo puedo imaginar a un dios que preste atención a las contradictorias imploraciones de la gente con la forma de un atolondrado imbécil.







miércoles, 30 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. El hombre que confundió a su mujer con una báscula



30 de octubre de 2013

Me veo asaltado a menudo en la televisión o en la red por petulantes exobesos que han bajado de peso media tonelada y gritan (o lo parece) frases absurdas tanto sobre sus supuestas humillaciones cuando vivían en el mundo de los gordinflas como eslóganes que suenan a chúpate ésa cuando se van a habitar el narcisista universo de los musculines. Oigo su miscelánea venganza contra ellos mismos: “nadie creía que fuera capaz de no zamparme todos los días seis tartas”, “me escupían en la calle por mi grasiento aspecto”, “mi madre se cambió de apellido porque le daba asco”, “ahora me río de los tirillas”, “corro un maratón antes de levantarme y otro en vez de merendar”, “no como más que polvo y tendones de pollo”, “mis hijos y mi mujer tratan de seguirme pero no tienen media hostia”…

Francamente, creo que su problema no era el sobrepeso.








lunes, 28 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Billie Jean



27 de octubre de 201

Cambio de hora (?) Noche cerrada a media tarde. Oscuridad total en el Bernesga hasta el Puente de los Leones. Algo de luz en el paseo de la Condesa. Creo que ya sólo ponen luces en las calles en las que viven los prebostes. Es más: creo que cuando se echan a dormir, vuelven a apagarlas. Como en el Billie Jean de Michael Jackson.
Ochenta y nueve kilos. Mmmm… ¿Cuánto peso he bajado? ¿Dos o tres kilos? ¿En un mes? La verdad es que estoy harto. Podría hacerme profesor de gimnasia. Y no correr nunca más.



miércoles, 23 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Farewell To Arms (Adiós a los brazos)



23 de octubre de 2013


Probablemente la última jornada que salgo en camiseta. Se acortan y se cuajan los días; se alargan y se hacen tupidas las mangas. No pasa nada. Dentro de ocho meses este trozo de la enorme bola de hierro recubierta de escoria y bacterias en que vivo volverá a girar en mejor posición y un más favorable perihelio. Ya ha pasado otras veces.



Se acabó el verano. Se cierra la pequeña puerta en el muro que abre un jardín cerrado y encantado. Juá. Sí, mi dacha tiene logo. Lo hice yo.