lunes, 31 de marzo de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Café y TV




24 de marzo de 2014


Hay millones de estudios sobre el deporte y la dieta y sobre cómo ambos, juntos o por separado, influyen en órganos y tegumentos. La gente se dilata y se encoge por la comida o se abulta o acecina por el ejercicio. Todo esto, como digo, está documentadísimo. Habitualmente con los previsibles resultados: al páncreas le agradan en especial los berros (por ejemplo) y al colon le resultan desagradables los tocinos y las patatas fritas (que también puede ser). Asimismo la gimnasia estimula y apacigua…

Ya lo sé. Me da igual.

Lo que veo es un enorme espacio en blanco sobre la manera en que la gimnasia y la abstinencia de grasas influye sobre el carácter. Sobre la manera de pensar. Recordemos que la palabra humor procede del latín humor, humoris, que propiamente significa líquido, humedad*; especialmente el agua que rezuma de la tierra (humus), así que no deja de ser curioso que cuando uno bebe solamente agua le cambie el humor (juá). Llevo no recuerdo cuántos días sin tomar alcohol ni grasas (aunque corriendo poco porque llueve permanentemente) y puedo notar los cambios (a mejor, supongo) en mi voltaje cerebral. Pero mejor (¡ay!) no es más divertido.
Todas las drogas (y considero la panceta una droga) se basan en un único principio: entorpecer el funcionamiento óptimo de nuestra percepción. Ya sean analgésicas, recreativas, estimulantes o amodorrantes las drogas absorbidas por nuestro cuerpo de algún modo enturbian los sentidos. Funcionan como un alfiler clavado en el mecanismo de un reloj: raramente mejora el funcionamiento del artefacto. No hay droga que no ralentice el cerebro y no existe ni una sola que ayude a mejorar la comprensión de los números irracionales, estimule la memoria, nos enseñe a programar o nos haga leer (no digamos escribir) mejor o más deprisa. Bien. No hay nada en nuestros pensamientos que no responda a impulsos eléctricos sobre tejidos más o menos húmedos. Nuestra elección es exclusivamente de qué los empapamos. No creo en la expansión de la conciencia, en entrar en contacto con espíritus inorgánicos, acceder a la memoria de la especie u otras castanas (de Castaneda) psicodélicas. La personalidad y la conciencia residen en conexiones físicas y galvánicas. Determinadas químicas nos hacen pensar más despacio, peor o no pensar en absoluto. Por qué consideramos esto deseable es una pregunta importante. Tratar de responder a ella y actuar en consecuencia me lleva casi todo el tiempo que paso sobrio y hambriento.


*La medicina hipocrática de los antiguos griegos postulaba que el cuerpo humano contenía cuatro líquidos o humores reguladores básicos cuya combinación, abundancia o escasez creaban tanto el carácter como las patologías: la sangre (el aire), la bilis amarilla (el fuego), la bilis negra (la tierra) y la flema (el agua). En Roma, Galeno añadió a estos humores la pneuma, soplo o espíritu.


















2 comentarios:

  1. Respuesta a tu (implícita) petición de socorro: vuelve a beber cereales fermentados y a comer, en su amplísimo abanico de presentaciones y/o cortes, grasas "derivadas" de la carne de porcino. Además mañana juega el Madritz. Anímate.

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    1. Con la ingestión de depresivos y la visión de partidos del actual Real Madrid me sugieres, aunque creas lo contrario, la práctica de más ejercicios melancólicos (de negra bilis).

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