domingo, 18 de octubre de 2015

La obligada compañía del corredor en círculos. El Buda de la rivera



18 de octubre de 2015

Me sale un discípulo. Iba a decir seguidor, pero no: seguidores no tengo. Soy yo el que va a la cola de todo el mundo. Hoy me dejan atrás a gran velocidad —o me lo parece a mí— cuatro jóvenes. Al menos iban en apretado silencio. Me fastidia cuando me adelantan mientras charlan despreocupadamente. Temo que un día lo hagan al tiempo que toman un café y leen el periódico.

Que me ha salido un próselito o catecúmeno, digo. Me pregunta cosas. Que qué tiene que hacer para empezar a correr. No hago chistes ni le disuado —como estaban imaginando—. Le coloco en cambio mi libro —compren mi libro— y le aconsejo las simplezas de estos casos. Ir despacio, lesionarse, comer poco y cenar más poco que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago… bueno, eso no es mío. Pero como no es una gran anécdota, necesitaba palabras más suculentas.

No hay gimnasia mala. Aunque a veces me pregunto si con estos meneos nos estamos proporcionando narcóticos o beneficios que deberían sernos más bien otorgados por los demás. No puedo dejar de pensar que esto de estar bien todo el rato o darle al cuerpo lo que pide es un acto de egoísmo. Una manera de decir: no os necesito, tengo este vehículo nuevo (como explicaba el majara de Mishima*) que me colma y acompaña.


*My body became to me like a fashionable sports car for its proud owner.









2 comentarios:

  1. Tienes que releer el "Sidharta" de Hesse. O "El príncipe" de Maquiavelo. Para saber como gestionar tu futura y creciente legión de acólitos.

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    1. Para gestionar tan enorme volumen de personal me vale con el catón, un ejemplar de El Mundo o una novela de Muñoz Molina.
      Ese 'cómo' lleva acento.

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