viernes, 11 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer



10 de octubre de 2013

Hay una célebre fábula de Esopo donde se cuenta cómo, al volver a su pueblo, un especialmente enclenque viajero fanfarronea sobre pretendidas hazañas atléticas realizadas en otros sitios con testigos asimismo foráneos que darían fe de sus proezas. Se jacta de que en Rodas ganó a los mejores saltadores. Bien, le dicen sus paisanos, Hic Rhodus, hic salta*. Es decir: Imagina que esto es Rodas, salta aquí (y ahora).

La oración fue utilizada por Hegel para un juego de palabras: Hier ist die Rose, hier tanze (Aquí está la rosa, baila aquí) con Rhodus (Rodas) y Rhodon (rosa). La filosofía es, para él, la rosa en la cruz del presente. Alude a la idea de Lutero y su rosa (blanca, como en su símbolo con una cruz en este caso encima: la cruz en la rosa) de la conciliación entre inmanencia y trascendencia. Marx, inmanentista acérrimo hizo famosa la sentencia en el capítulo I de su Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte contraponiendo las revoluciones burguesas (la Francesa) a las proletarias y traduciendo curiosamente el Hic Rhodus, hic salta con la rosa luterano-hegeliana.

Corriendo me acuerdo a menudo de la frase y hoy he estado buscando su origen (creo que se nota) pero se me ha olvidado completamente para qué iba a utilizar la moraleja. ¿Para evitar chulearme de algo? ¿De qué narices me iba yo a chulear? Nada. Ni idea.



*δο όδος, δο και πήδημα en su original griego.

Nota: El título de esta entrada no es mío. Es el de un largo reportaje para la revista Harper’s Bazaar donde el escritor estadounidense David Foster Wallace (nombre literario donde los haya) narra un crucero por el Caribe mientras se burla de los viajeros y del propio viaje. Se suicidó a los cuarenta y seis años. Mi edad.















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