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viernes, 16 de mayo de 2014

La obligada compañía del corredor en círculos. Tangentes



8 de mayo de 2012

Ya van dos días que bajo a correr con (o me encuentro a) amiguetes. Un día (véase documento gráfico ahí abajo) ya quedo directamente con el fotógrafo con el que me salgo del río (¡dos veces!) a tomar cafés por la zona de la Condesa, sudoroso y rodeado de señoras de media tarde. Es muy entretenido pero dudo enormemente de que me proporcione algún beneficio físico. Podría ser peor. Podría hacerlo yo solo y meterme en chigres a beber cerveza.

Hoy en concreto no me voy del recorrido, pero cuando ya estoy volviendo al trotecito doy con mi colofonista (joder, qué mal suena; es que no hizo el prólogo del libro: escribió el epílogo) vestido levemente de atleta y estorbamos todas las encrucijadas de los puentes hablando de arqueología, de literatura, de fútbol, de lo poco que nos gusta el deporte y, sobre todo, riéndonos de lo menesteroso e improvisado de nuestro equipamiento.

Lo siguiente será, supongo, sacar dinero y una americana, no correr en absoluto y dedicarme a alternar; que es lo que mejor me viene para desembarazar el cráneo de manías y el espíritu de sombras.


Documento gráfico número… no sé. El de hoy. Soy yo saliendo prácticamente de casa y demostrando tres cosas: que es imposible hacerme una foto con los dos pies en el aire (lo siento, Jose), que todas mis camisetas de correr publicitan (o aluden a) bebidas alcohólicas y que se puede trotar y desconfiar a la vez.