lunes, 1 de febrero de 2016

La obligada compañía del corredor en círculos. León en invierno

31 de enero de 2016 León en invierno




Cuando salgo a correr trato —además y al mismo tiempo—  de no comer ni beber. Es un triple desafío. Mi particular Ironman. Esta combinación de meneíllo con inmovilidad, de ritmillo sin ingesta intenta —sin conseguirlo— equipararse a la alta vibración permanente que explica —ejem, perdón— la física cuántica. Nada se está quieto. Aunque yo deba estarme quieto a veces y no ir al frigorífico. Ni al supermercado. Esto de ahora quieto, ahora corre más que a la teoría de cuerdas recuerda a las torturadas bestias de los circos.





1 de febrero de 2016 Illuminations o Is that all there is?



El dios de la mecánica universal me escucha y, el muy cachondo, me inmoviliza. Mal. Tengo que dejarlo a los siete minutos porque me duelen —mucho— las piernas. No lo entiendo. Es absolutamente imposible que sea sobreentrenamiento. Es como diagnosticar coma etílico a alguien que se haya tomado dos mostos. Empiezo a envidiar cuerpos, pero no el aspecto. El interior. Esponjosos y aterciopelados pulmones, bombeantes ventrículos, poderosos páncreas, afinados tiroides, tensos vasos y capilares, firmes y nervados ejes hipotalámico-hipofisario-adrenales…



En esta ciudad, ya lo he escrito más veces, de noche está muy oscuro. Las zonas de sombra crecen al ritmo de nuestra indigencia. Veo a algunos corredores con dispositivos luminosos, bien es cierto que más para ser vistos que para ver. Al primero que distingo —con una luz anaranjada dirigida a… ¡su propio rostro!— es al político Marcos Barazón, mano o uña derecha de la occisa Isabel Carrasco y alcalde por aclamación en su pueblo. Imputado por —a ver si me acuerdo de todo—: negociaciones prohibidas a funcionarios, prevaricación, cohecho, tráfico de influencias, fraude y revelación de secretos (?) Corre que se las pela. Como si tuviera un motorín. ¿De qué trata de escapar? ¿De la humana justicia? ¿De su turbio pasado? ¿De su incierto futuro? No sé. Trato de desentrañar la información o leer las señales que me dan estos ratos y no llego a ninguna conclusión. Quizá no la haya.
Hoy, también, los perros me ladran; lo que no me había ocurrido nunca.










2 comentarios:

  1. Hombre, algo de física cuántica quizá sí haya en todo esto que comentas... Lo de correr es un poco como la paradoja de Heisenberg: conocemos la masa o conocemos la ubicación, pero no ambas cosas a la vez; está claro que si estamos en movimiento no habrá quien nos pille para llevarnos encima de la báscula, jeje. Perdón por el chiste fácil.
    Por otra parte, esto de filosofar, aunque sea "en círculos" -lo tuyo es mucho más que correr, no nos engañemos-, tiene todo que ver con el movimiento, como bien sabes: el origen primero de la reflexión filosófica, allá por los presocráticos griegos, estuvo precisamente en la dificultad de encontrarle sustancia ontológica a cualquier cosa que no se estuviera siempre quieta en un sitio.
    ...Cómo me gusta todo esto que escribes, compañero.
    Un abrazo.

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    1. No sólo Heinseberg me encuentra enseguida, porque mi masa y mi ubicación no andan muy lejos, sino, y lo que es peor, también me encuentra Heineken.
      Festival del humor. Juá. Besos y abrazos.

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