jueves, 24 de enero de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Canto general



24 de enero de 2013

Me he estancado. Y me extraña. Debería haber vuelto a la casilla de salida hace tiempo. No entiendo cómo consigo correr media hora. Aparte de que engullo y bebo como un instalador de aire acondicionado, paso más tiempo (pero mucho más) escribiendo sobre el asunto que haciéndolo. Parezco un autor de novelas eróticas. Hasta he publicado un artículo acerca de los indios tarahumaras, personajes de los que no hace ni dos semanas desconocía su mera existencia.

Mi semejanza con los literatos sicalípticos no acaba ahí: esto va a salir en forma de libro y tengo un editor muy serio; así que ha habido días en que estaba leyendo y corrigiendo y volviendo a leer mis propias hazañas en vez de dar tumbos por ahí como es mi obligación.
En efecto, esta desesperada invitación a la inmovilidad por entregas va a salir en modo de objeto paralelepipédico con hojas y tapas y la hostia. Las flagrantes omisiones que acumula, a las que no he prestado atención y que me llenan de pesadumbre (el análisis de la relación entre aspecto físico y moral hablado por los griegos, los estudios sobre la gravedad, el límite de la resistencia humana, el sueño y la canción de los aborígenes australianos, las babas, los calambres, cosas así…) serán paliadas, pues, en un segundo volumen exigido por el éxito previsto (por mí) de la primera parte y que empezará con próximas entradas. Me hago mis componendas y paisajes y vivo en mi mundo de fantasía. Hasta he escrito yo el prólogo. Lo mismo me estoy chalando.


Lo que va a ser la foto de la contra. Bueno, más o menos. Nótese que todos los grandes personajes literarios llevan leotardos: Hamlet, Don Quijote, Swann, Fantomas...










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