10 de octubre de 2013
Hay una célebre fábula de
Esopo donde se cuenta cómo, al volver a su pueblo, un especialmente enclenque viajero fanfarronea sobre
pretendidas hazañas atléticas realizadas en otros sitios con testigos asimismo
foráneos que darían fe de sus proezas. Se jacta de que en Rodas ganó a los mejores
saltadores. Bien, le dicen sus
paisanos, Hic Rhodus, hic salta*. Es
decir: Imagina que esto es Rodas, salta
aquí (y ahora).
La oración fue utilizada por
Hegel para un juego de palabras: Hier ist
die Rose, hier tanze (Aquí está la rosa, baila aquí) con Rhodus (Rodas) y Rhodon (rosa). La filosofía es, para él, la rosa en la cruz del
presente. Alude a la idea de Lutero y su rosa (blanca, como en su símbolo con
una cruz en este caso encima: la cruz en la rosa) de la conciliación
entre inmanencia y trascendencia. Marx, inmanentista acérrimo hizo famosa la
sentencia en el capítulo I de su Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte contraponiendo las revoluciones burguesas (la
Francesa) a las proletarias y traduciendo curiosamente el Hic Rhodus, hic salta con la rosa luterano-hegeliana.
Corriendo me acuerdo a
menudo de la frase y hoy he estado buscando su origen (creo que se nota) pero se
me ha olvidado completamente para qué iba a utilizar la moraleja. ¿Para evitar
chulearme de algo? ¿De qué narices me iba yo a chulear? Nada. Ni idea.
*ἰδοῦ Ῥόδος, ἰδοῦ και πήδημα en su original griego.
Nota: El título
de esta entrada no es mío. Es el de un largo reportaje para la revista Harper’s
Bazaar donde el escritor estadounidense David Foster Wallace (nombre literario donde los haya) narra un crucero por el Caribe mientras se burla de los viajeros y del propio viaje. Se suicidó a los cuarenta y seis años. Mi edad.
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