miércoles, 2 de octubre de 2013

La obligada compañía del corredor en círculos. Rerum novarum



1 de octubre de 2013



Es difícil estar satisfecho en un entorno que aplaude, estimula y premia la insatisfacción. No conocemos otra realidad. Hemos cambiado la curiosidad por el deseo incesante. Me temo incluso que confundimos ambas cosas. En una sociedad civilizada naceríamos con todas las necesidades y hasta caprichos cubiertos y se nos alentaría a buscar la felicidad pretendiendo (y poseyendo) cada vez menos cosas (y personas). Se pondría como ejemplo al que no necesitara nada o muy poco. El hombre modélico sería quien ya no apeteciese de más bienes ni atenciones, el que fuera dichoso con lo que (no) atesorara. En nuestra cultura ocurre exactamente al revés: desde niños se nos dice que hay que ansiar (y obtener) objetos y haciendas y súbditos. Que es lo normal. Que la tranquilidad con lo que uno tiene o perseguir cada vez menos indica debilidad de carácter. Que estar de buen humor es lo que menos importa. Las conductas a imitar son las codiciosas y depredadoras (véanse los bichos que salen en periódicos, televisiones o libros de historia) a pesar de saberse que nada tienen que ver con la ventura; que la impiden de hecho. La ambición aquí y ahora es una virtud. No debería.

Leo que uno de los signos de hacerse uno adulto es que se tarda mucho más en perder peso. Cierto. Lo peor son estas primeras jornadas (siempre estoy en estas primeras jornadas), en las que no se ve ningún avance. Luego… ninguna mejoría parece suficiente. Lo que largué en el párrafo anterior.

Leo también que otro signo de hacerse mayor es la progresiva incapacidad de dormir toda la mañana de un domingo. Cuando bebes y te atiborras le pides prestado a tu cuerpo y al tiempo los placeres del día siguiente. En cambio cuando haces ejercicio y te portas de forma contrita y morigerada el equilibrio o el oxígeno futuro te está extendiendo un cheque. Tardas en cobrarlo. Cada vez más. En mi caso, por lo menos quince días.

Corro la mitad que ayer. Si persevero en estos paradójicos avances negativos igual logro retroceder en el tiempo y podré advertir a la gente del pasado de cómo algunas personas no tienen intención de cumplir sus promesas electorales.

Quizá debería contar más bien anécdotas. A la gente le gustan las anécdotas.








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