martes, 5 de abril de 2016

La obligada compañía del corredor en círculos. Aftermath

30 de marzo de 2016




Estoy muy desmotivado. Así que corro muy poco, muy poco tiempo y ni adelgazo ni nada. Al héroe de La conciencia de Zeno —Zeno Cosini— del que ya he hablado alguna vez, le costaba mucho dejar los líos de amantes y el tabaco. No es mi problema, desde luego; son dos temas que he superado —casi escribo fácilmente, Dios me perdone— hace años. Después de un pequeño revés económico —no puedo permitirme grandes reveses económicos— me dan ganas de comer como un arzobispo y beber como un antropófago y viceversa. No me siento orgulloso de decir que el dinero me cambia el humor de forma radical. De manera unívoca y definitiva: si tengo dinero, estoy contento y opero de modo más funcional; si no, no. Así de simple. Es una propiedad vulgar de mi naturaleza, ni vistosa ni recomendable. Así que, en efecto, hago las cosas por dinero. Es mi objetivo y recompensa. Ignoro quién fue el primero que dijo la simpleza de que escribía —o que pintaba o que había aprendido a atarse los cordones de los zapatos— para que lo quisieran. Yo corro o cavo o escribo o dibujo o pinto o reniego a cambio de —o esperando inútilmente— dinero. Luego, si lo obtengo, pues me quiero a mí mismo y me celebro. Cabría la posibilidad de que, al final del todo, en algún caso, yo quisiera a alguien y esperase similares afectos. Como el proceso es interrumpido cada poco en sus primeras fases, me veo incapaz de averiguarlo.