26 de febrero de 2015
Bien, pues, después de un mes haciendo el cretino,
para mí el invierno de nuestro descontento y la Navidad de 2014 termina este
jueves 26 de febrero de 2015. El cielo, ceñudo, se apoderó de la tierra y nieves,
heladas pavorosas y otros embozos y coartadas me han retenido lejos del
Bernesga. Algo —quizá tuviera que ver con las amontonadas resacas— me debía
decir que el agua es el único líquido recomendable cuando un día me llevé
juntos para leer en la
cama Moby Dick, Solaris y Relato de un naúfrago [que estuvo diez días a la deriva en una balsa
sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las
reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad y luego aborrecido por el
gobierno y olvidado para siempre]. Escribo estas líneas con el juicio lleno
de oceános, norays, estachas y cabrestantes y rodeado por más noticias naúticas
de escorrentías, pleamares, aluviones y crecidas. En efecto, el río viene muy alto
y marrón y produce insólitos ruidos marineros.
Creo que mi cuerpo no es un compañero, es una pandilla: con su listo, su musculines, su gordo, su calvo, su chino y su borrachín más o menos pelmazo.
Resoluciones: he decidido poner guiones en vez de paréntesis. Es más elegante, da más vivacidad al texto e incluso parece que estoy diciendo algo.
Creo que mi cuerpo no es un compañero, es una pandilla: con su listo, su musculines, su gordo, su calvo, su chino y su borrachín más o menos pelmazo.
Resoluciones: he decidido poner guiones en vez de paréntesis. Es más elegante, da más vivacidad al texto e incluso parece que estoy diciendo algo.
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