2 de marzo de 2015
No sé con quién salgo a correr. Tardo en resolverme
porque obligarme a hacer ejercicio es tan sencillo como meter a un gato en un
incendio: prefiero cualquier otra actividad —o ninguna—. Pero una vez que llego a las orillas del Bernesga
ya no sé, repito, con quién estoy. Cuando llevo veinte minutos trotando y dando
saltitos un individuo dentro de mi cabeza —que, decididamente, no soy yo— dice ‘¡Vamos!’ y ‘¡Venga!’ y hasta sonríe y suda y
se esfuerza y se lo pasa en grande.
Cerca de San Marcos un pato sale del río y
recorremos juntos un trecho. Quizá lo haya conjurado y sea mi otro yo o animal
tótem: después de todo los patos hacen muchas cosas. Pero solo son
especialistas en que los confiten.
O en que los laquen. Tu desorden de personalidad múltiple está alcanzando números record —no como tu trotes, por otro lado—.
ResponderEliminarEn efecto, soy multitud. Por eso no me invitan a ningún sitio. Salgo carísimo.
EliminarTe quejarás. Si luego acabas a las 6 de la mañana en La Dulzaina.
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