3
de abril de 2013
Me
dice mi mujer que no empiece las entradas con citas o con datos. Que no le
interesan a nadie. Y que espantan a los lectores. Bien.
Afirma Schopenhauer que todo conocimiento de las cosas pasa por tres estados: primero es ridiculizado, luego es combatido con gran violencia y finalmente es aceptado como una verdad evidente. Abundo con el amigo Arthur aunque debo aceptar (tristemente) que yo mismo trato la realidad utilizando similares tamices o cedazos. En resumen: que tardo muchísimo en espabilar. Esperaba extraer de las carreras la tranquilidad y el cese del deseo. Miro a otros trotadores que progresan sin aparente esfuerzo y no veo nada de ello. ¿Son más felices o han alcanzado algún equilibrio sanamente envidiable? Lo dudo. En muchos casos siguen estableciendo jerarquías mezquinas (ése no corre una mierda) y celebran el espíritu competitivo y humillador presente en cualquier otra cucaña. Y no era eso, no era eso. ¿No hallamos nada en este sacrificio que nos ennoblezca y nos haga más sabios y pacientes? ¿Algo que interrumpa (aunque solo sea un momento) el zumbido constante de la insatisfacción? Mmmm… Estas gimnasias me ayudan a pensar y pensar me hace infeliz (y me impide ganar dinero).
Tampoco me hagan mucho caso. Soy lento en el análisis de entornos y tan antiguo que lo de operación bikini me sigue sonando a ensayo termonuclear. Tampoco corro mucho, aunque salgo mientras llueve y todo. Seguro que es bueno.
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