28 y 29 de
septiembre de 2015
No sé por
qué llamo a estos textos entradas si en realidad son salidas —jo, jo, jo—. Por lo que veo —veinticinco días sin
correr nada— mis lapsos son cada vez más abiertos. Para compensar este verano vultuoso
que se marcha despacito salgo dos días seguidos. El primero corro poco y el
segundo —por puro coraje— un poco más. En estas dos jornadas he perdido dos
kilos. Si continúo así dentro de un mes habré perdido treinta y pesaré sesenta.
Lo que una modelo extremadamente obesa.
Cosas buenas y malas de
correr y no comer ni beber:
Lo bueno:
· La ropa no sólo te entra
sino que te sienta bien. Como no hay que comprar —nuevas— prendas de gordo, uno
ahorra.
· Una mayor lucidez.
· Sensación de control.
· Se dispone de mucho más
tiempo: los bares son jefes exigentes y las resacas, amantes insaciables.
Lo malo:
· Una mayor lucidez.
Nota médica. Me fui a
graduar la vista. Me
diagnostican unas gafas. Pregunto qué pasa si no las adquiero. Que vería peor
que con ellas. Es cierto. Al correr percibo ahora mis objetivos todavía más
lejanos. No las adquiero. Séptimo —u
octavo, ya no me acuerdo— signo del carcamal: la vista nublada o fosca y la
reluctancia a la ortopedia.
Me asombra el buen humor
que muestro en estas entradas (o salidas). El ambiente de estupidez —local,
cultural, nacional, político, territorial, literario, informativo, plástico y
hasta locomotor y logístico— resulta ahora mismo sólido, vestido enteramente,
ancho, navegable... y me afecta. Se pasará, supongo.
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