2 de
octubre de 2015
De repente
tengo la impresión de que todo el mundo está preparando algo, que son más cautos
y sensatos que yo. Que planifican, proyectan y recogen. Noto que una especie de
nieve —simbólica— se licúa y
riega los frutos de las personas mientras que la mía se acumula en el techo
esperando hundirme la casa y apagarme el fuego. La gente se me asemeja a la hormiga del cuento: conforme, apercibida, adaptada. No digo que sean unas taimadas comadrejas, no. Sólo que me lo parecen.
Quizá se debe a que la
temperatura baja, el aliento toma cuerpo, las sombras avanzan y, en la orilla
del río, van —vamos— quedando los solitarios corredores de invierno. Los que
hacen que parezca que estoy inmóvil o que corro hacia atrás, con enorme peso en
los pies, como en los sueños.
Joder, me has dejado los pelos de punta porque has expresado lo que vengo sintiendo ya unos años. O todo o casi todo es fachada o es flipante para mí que vea que todo el mundo tiene planes y les van saliendo y yo voy hacia atrás, no saco nada en claro y además no sé por dónde tirar para intentar remediar algo. Y comparto también un poco el odio vertido en las etiquetas ;)
ResponderEliminarBien, Mara; los estados psicóticos (o la paranoia esquizoide) tienen mala fama, pero no son cosas malas en sí mismas. Sólo lo resultan si se mezclan con personas.
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