8 de mayo de 2012
Ya van dos días que bajo a correr con (o me
encuentro a) amiguetes. Un día (véase documento gráfico ahí abajo) ya quedo
directamente con el fotógrafo con el que me salgo del río (¡dos veces!) a tomar
cafés por la zona de la Condesa, sudoroso y rodeado de señoras de media tarde.
Es muy entretenido pero dudo enormemente de que me proporcione algún beneficio
físico. Podría ser peor. Podría hacerlo yo solo y meterme en chigres a beber
cerveza.
Hoy en concreto no me voy del recorrido, pero cuando ya estoy volviendo al trotecito doy con mi colofonista (joder, qué mal suena; es que no hizo el prólogo del libro: escribió el epílogo) vestido levemente de atleta y estorbamos todas las encrucijadas de los puentes hablando de arqueología, de literatura, de fútbol, de lo poco que nos gusta el deporte y, sobre todo, riéndonos de lo menesteroso e improvisado de nuestro equipamiento.
Lo siguiente será, supongo, sacar dinero y una americana, no correr en absoluto y dedicarme a alternar; que es lo que mejor me viene para desembarazar el cráneo de manías y el espíritu de sombras.
Hoy en concreto no me voy del recorrido, pero cuando ya estoy volviendo al trotecito doy con mi colofonista (joder, qué mal suena; es que no hizo el prólogo del libro: escribió el epílogo) vestido levemente de atleta y estorbamos todas las encrucijadas de los puentes hablando de arqueología, de literatura, de fútbol, de lo poco que nos gusta el deporte y, sobre todo, riéndonos de lo menesteroso e improvisado de nuestro equipamiento.
Lo siguiente será, supongo, sacar dinero y una americana, no correr en absoluto y dedicarme a alternar; que es lo que mejor me viene para desembarazar el cráneo de manías y el espíritu de sombras.
Aquí el colofonista, atacando de nuevo. Que en la foto falta una cuarta demostración: yo sólo me lo hago en mi moto. Como Márquez (no Gabriel García, el otro).
ResponderEliminarLa motocicleta (muy plástica) solo llena o amuebla la imagen y es todo lo contrario a un aparato de competición, creo. Estamos en la calle Corredera. Todos los objetos (incluido yo mismo) son inevitablemente móviles. Claro que, ¿qué no lo es?
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