jueves, 5 de diciembre de 2013
La obligada compañía del corredor en círculos. El profesional
5 de diciembre de 2013
Parecen haber desaparecido los vagabundos. Espero que no hayan muerto congelados (la hoguera no era muy grande). Ya no huele a gasoil. Queda un frío poderoso, la lobreguez habitual (cuando llego a casa las luces del baño me deslumbran y me dan ganas de ducharme con gafas de sol) y… ¡niebla! Este meteoro hace lo que puede por refractar la escuálida sombra de las farolas (refracción es cualquier cambio en la dirección de una onda cuando cambia de medio) pero sin convicción. Refracción sin convicción. Juá, juá. Ya me está dando otra vez la chaladura por hipoxia de los alpinistas.
Debería (cuánto tiempo sin utilizar esta forma verbal; por lo menos veinte líneas) salir por las mañanas e ir al gimnasio. Soy socio de una sociedad atlética desde hace tres o cuatro décadas. Podría utilizar sus modernas e higiénicas instalaciones para oxigenarme y bufar y estirarme y encogerme. Así mis crónicas serían más luminosas. Y también podría reírme de otras personas. Porque ahora a las ocho de la tarde por las orillas del Bernesga no hay ni un alma. O igual sí, pero no las discierno.
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