27 de enero de 2014
Hoy, a las ocho de la noche, con una sensación
térmica de menos cuatro o menos cinco grados y cuando llevo unos
quince minutos corriendo me doy cuenta repentinamente de que estoy documentando mi propia
decadencia y vejez. Dejando caer (como Cela en Mazurca para dos muertos con las nueve señales del hijoputa) las
cosas que pierdo y que no volverán. Anda por ahí la primera: no poder dormir la mañanada. Por
cansado o resacoso que esté. La segunda: la tabla de multiplicar. Nunca he sido
bueno con los números pero se me están olvidando los normales: el ocho por
siete, el nueve por ocho… Lo tengo que pensar. Cuando tenga problemas con la
tabla del seis sabré que todo ha terminado.